Las cuentas de Cataluña
Charo Camprubí
Desde España
Para Lampadia
El líder independentista catalán, Carles Puigdemont, se enfrenta a un nuevo periplo judicial. Lo acaban de detener por segunda vez en un país extranjero, esta vez en Italia. Tuvo que pasar la noche del 23 al 24 de setiembre en una cárcel de Cerdeña antes de ser puesto en libertad. En principio tiene que comparecer el 4 de octubre ante la Corte de Apelación de Sassari que ya está estudiando con lupa la compleja situación jurídica en la que se encuentra, para decidir si da curso a la orden europea de detención (OED) emitida por el Tribunal Supremo español, o si no lo hace. En todo caso, ya ha anunciado que si no comparece archivará el caso. Puigdemont ha declarado que va a comparecer presencialmente.
Gracias a su elección como diputado del Parlamento Europeo en 2019, Puigdemont vivía en el mejor de los mundos gozando de inmunidad parlamentaria. Las cosas se le complicaron cuando dicha inmunidad le fue revocada por el propio Parlamento Europeo. Lejos de resignarse, apeló, y ahora su caso está en manos del Tribunal General de la Unión Europea (TGUE). Dicho Tribunal dictó un auto que excluye que Puigdemont pueda ser detenido mientras no se pronuncie sobre el recurso en cuestión.
Por lo tanto, es posible que la orden de detención española no le fuese aplicable en el momento de su detención porque estuviese suspendida. En todo caso, Puigdemont se paseó por Francia sin el menor problema. Francia espera que el TGUE se pronuncie sobre su inmunidad antes de hacer nada. Bélgica, donde vive Puigdemont, ha adoptado la misma posición. Pero Italia se lanzó a detenerlo creando un seísmo de gran intensidad.
Para el gobierno español, que Italia extraditara a Puigdemont sería un regalo envenenado ya que saltaría por los aires la dinámica de reconciliación que se está llevando a cabo en la llamada “mesa de diálogo” con los independentistas catalanes y en la que participan representantes del Gobierno español y del gobierno catalán, ahora en manos de Esquerra Republicana.
La cuestión no es baladí ya que un eventual encarcelamiento de Puigdemont supondría una presión enorme sobre Esquerra Republicana que tendría que retirarse de la mesa de diálogo. Y, si la mesa de diálogo cayera dinamitada por Puigdemont, no solo se iría al traste la reconciliación con los catalanes, sino que ya que no se podrían votar los próximos presupuestos ni se podrían desbloquear los fondos que la Unión Europea aporta a España para su recuperación económica tras el Covid. El gobierno se encontraría en una encrucijada de difícil solución.
Sería una lástima, ya que, según las últimas encuestas, la opinión pública catalana vira hacia un mayor entendimiento con el Estado español. Actualmente, los partidarios de la secesión caerían por debajo del 40% mientras que un 48% le daría la prioridad a mejorar el actual sistema de financiación y de autogobierno. Por otro lado, un 80% es partidario de resolver el conflicto catalán por la negociación y no unilateralmente y solo un 14% es favorable a la vía unilateral.
En junio, Sánchez indultó a los 9 líderes independentistas catalanes condenados por el Tribunal Supremo a penas de entre 9 y 13 años de cárcel. Su gesto supuso un gran desgaste para el gobierno ya que, como era de esperar, contó con la férrea oposición de los tres partidos de la derecha española (Partido Popular, Ciudadanos y Vox). Sin embargo, Sánchez prefirió pagar un alto precio político en aras de buscar una salida política al conflicto catalán. Quería que a la mesa de diálogo se incorporaran los dos principales partidos independentistas, Esquerra Republicana y Junts (partido liderado por Puigdemont).
Pero los representantes de Puigdemont, que se mostró siempre escéptico, no se incorporaron al proyecto. Puigdemont siempre ha intentado socavar la mesa de diálogo y su detención en Italia le ha dado una ocasión de oro para volver a hablar de la “represión” del estado español, mezclando deliberadamente las decisiones del poder ejecutivo con las del poder judicial. Según él, el gobierno español estaría detrás de su detención.
Lo cierto es que, si ahora una eventual extradición de Puigdemont sería un problema para el gobierno, lo puede ser igualmente más adelante en otro contexto. Puigdemont es un grave problema para España porque es el AS de oro del independentismo. Es irredento. Lampadia