Charo Camprubí
Para Lampadia
La República Catalana nació muerta porque carecía de base legal y de una estructura de Estado para tenerse en pie. Fue más virtual que real, tan es así que los que la declararon ni siquiera arriaron la bandera española del Palacio de la Generalitat que siguió ondeando junto a la bandera catalana. Ahora, el Procés acaba de recibir la puntilla. Para no terminar en la cárcel como los exconsellers del Govern, la Presidenta del Parlament catalán, Carme Forcadell, y los miembros de su Mesa, han declarado en el Tribunal Supremo que la Declaración Unilateral de Independencia fue simbólica y que están dispuestos a acatar la Constitución y el 155, es decir, la intervención del Gobierno en Cataluña. Quedaron en libertad bajo fianza y solo Forcadell tuvo que pasar una noche en prisión a la espera de la fianza.
Forcadell, fanática defensora de la independencia, ha vuelto al redil. Eso deja a Puigdemont con un pie en el aire. Su lucha desde Bélgica por resucitar a la República Catalana y dotarla de estructuras continúa sin éxito aparente, pero él insiste en continuar en esa vía, pase lo que pase. La rendición de Forcadell lo descoloca aún más. Hace unos días, rodeado de 200 alcaldes independentistas, protagonizó un espectáculo lamentable al atacar no solamente a España sino también a la Unión Europea por haberle dado la espalda. ¡Y pensar que hasta hace poco creía que los países miembros de la Unión Europea reconocerían a la República Catalana!
El PDECAT, su partido, está en caída libre. Según las encuestas, no contaría sino con un 15% del electorado, o incluso menos. Esos resultados indican que para el PDECAT pasar del autonomismo al independentismo fue suicida. Ese movimiento, efectuado hace dos años, ha echado por tierra al partido de la burguesía de derecha catalana que tuvo casi siempre en sus manos las riendas del poder. Tardará en recuperarse.
Para sumar más fracasos, los tres partidos que conforman el bloque independentista irán a las urnas por separado. Las llamadas de Puigdemont a constituir una plataforma electoral con Esquerra Republicana (ERC), como fue el caso en las pasadas elecciones, han caído en el vacío. Para salir del paso, Puigdemont lucha ahora por constituir una lista unitaria de lo que sería no una coalición sino una agrupación de electores presidida por él. Si lo consigue sería un cataclismo para su partido ya que desaparecerían hasta las siglas del PDECAT y entrarían en las listas electorales personas que no son del partido. Está claro que Puigdemont hace la guerra por su cuenta y ya no lo controla nadie.
Esquerra Republicana (ERC), sería el partido hegemónico en las elecciones del 21 de diciembre. Junqueras quiere que ese triunfo se visualice, no que quede diluido en una coalición con el PDECAT, por eso se negó a reeditarla. Además, ir por libre le da mucho más margen de maniobra para las alianzas post-electorales que se dibujan en el horizonte.
El peor escenario consistiría en enfrentar al bloque independentista (PDECAT, ERC, CUP) con el bloque constitucionalista (PP, PSOE, Ciudadanos). El que uno de los dos bloques se hiciera con el Gobierno impediría la reconciliación de una sociedad partida en dos y que ya ha perdido una buena parte de su PIB en la aventura independentista.
Pero cabe la posibilidad de formar un gobierno de corte transversal. ERC representa a la burguesía de izquierda y podría gobernar en alianza con el Partido Socialista de Cataluña (PSC) con el que ya formó gobierno en el pasado. Se sumaría también PODEM (el PODEMOS catalán) formando así un tripartito. El líder del PSC, Miquel Iceta, es el candidato idóneo para presidir un gobierno que restaure la convivencia y ya se postula para ello. Hizo una labor encomiable durante toda esta crisis sirviendo de puente entre el Gobierno y los independentistas.
En todo caso, está claro que habrá que contar con ERC para el diseño de la futura Constitución española y dado que Oriol Junqueras es cabeza de lista de ERC, sería apropiado que pudiera salir de la cárcel cuanto antes para poder hacer campaña. Sabe desde ayer que para ser excarcelado no debe de negarse a responder a la juez como lo hicieron él y los exconsellers de su Govern sino seguir los pasos de Forcadell y acatar el orden constitucional establecido. El posible traslado de la causa de la Audiencia Nacional al Tribunal Supremo facilitaría este supuesto. No deja de ser una extraordinaria anomalía que dos cabezas de lista en las próximas elecciones estén uno en Bélgica y el otro en la cárcel.
Al finalizar la primera guerra mundial, el presidente Wilson se negó a diseñar un mapa de Europa que tuviese como criterio exclusivamente una Europa de las “Naciones”. Un siglo después, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Junkers, al recibir el jueves su Doctorado Honoris Causa en Salamanca dijo que los nacionalismos son un “veneno”. Hay que ponerles un dique de contención en aras de la construcción europea y la paz y la seguridad internacionales. Lampadia