Por: Charo Camprubi
Para Lampadia
El problema catalán sigue marcando la agenda política española y aunque ya no está en su momento álgido continúa teniendo un poderoso potencial desestabilizador. Los últimos acontecimientos lo ponen de manifiesto: el 1 de octubre, las juventudes radicales de la CUP quisieron conmemorar el aniversario del referéndum ilegal de independencia con un asalto al Parlamento catalán mediante el uso de la violencia. Los enfrentamientos fueron muy fuertes y muchos policías catalanes resultaron heridos. Poco después, el Presidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra, incapaz de soportar el grito de “traidor” que le llegaba de la calle por sus acuerdos con el gobierno de España, lanzó un órdago: o Sánchez convocaba un referéndum de autodeterminación en noviembre o dejaba de apoyar al gobierno en el Congreso de los Diputados.
Sánchez había dicho que estaba dispuesto a convocar un referéndum de “autogobierno” pero no uno de “autodeterminación”, por lo que el ultimátum de Torra lo precipitaba al vacío. Pero el que salió perdiendo fue Torra ya que su iniciativa no fue respaldada en el Parlamento catalán por los partidos independentistas. Sin embargo, aunque su ultimátum fuese un fiasco, sirvió para subrayar la fragilidad parlamentaria del actual Gobierno.
Y no solo Torra es una amenaza para Sánchez. También lo es la oposición de derechas que libra una guerra de guerrillas contra el Ejecutivo con el objetivo de impedir que desarrolle su programa de gobierno y se consolide. El Partido Popular y Ciudadanos quieren que se convoquen elecciones generales cuanto antes. Esta es una de las razones por la que no desean que Sánchez saque adelante los presupuestos de 2019. Esperan bloquearlos en el Senado donde el Partido Popular tiene mayoría absoluta.
El ultimátum de Torra, aunque fallido, está dando alas a que el propio Sánchez, que siempre quiso mantenerse en el poder hasta el 2020, cambie de opinión y adelante los comicios. Los podría hacer coincidir con las municipales, autonómicas y europeas de mayo de 2019 o, si el panorama empeora, con las elecciones andaluzas que podrían tener lugar en diciembre de este año.
En el tablero político español se está librando un duelo dentro de la derecha entre el Partido Popular y Ciudadanos por ver quien consigue el liderazgo en las próximas elecciones. En su afán por captar el voto conservador ambas fuerzas políticas se están escorando cada vez más a la derecha. Si uno de ellos presenta un perfil duro en temas como la justicia, los presos independentistas, los inmigrantes o Cataluña, el otro corre a decir lo mismo y va aún más lejos.
El que debe estar feliz es José María Aznar porque su ideario está siendo adoptado tanto por el nuevo líder del Partido Popular, Pablo Casado, como por el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, que en sus orígenes fue centrista. Estamos ante la vuelta del aznarismo y el eclipse de la moderación de Rajoy. Y en río revuelto ha surgido un partido de extrema derecha, Vox, con una estimación de voto de 1.4%.
El independentismo catalán también está dividido. Los radicales de la CUP siguen clamando por consumar la ruptura con el Estado español unilateralmente y sin esperar ni un minuto más. Esquerra Republicana piensa que la independencia llegará a Cataluña el día en que los independentistas sean una mayoría social, cosa que no es el caso por el momento. Y el PDECAT, liderado por Carles Puigdemont (que maneja todos los hilos desde Bruselas) está con frecuencia dividido por lo que oscila entre el radicalismo y la moderación institucional.
Desde que llegó al poder, Sánchez no ha hecho otra cosa que tender puentes con el independentismo catalán. Se ha reiniciado el diálogo en las comisiones bilaterales; quiere dotar a Cataluña de un nuevo Estatuto de Autonomía; va a abonar 1,459 millones de euros de la deuda que reclama la Generalitat; varios de sus ministros han declarado que no se puede prolongar tanto la prisión preventiva de los líderes independentistas; y, por último, al insistir en la búsqueda de soluciones “políticas” y no “jurídicas” a la crisis catalana, Sánchez deja planear la eventualidad del indulto, del que se mostró partidaria la delegada del Gobierno en Cataluña. Su política catalana de normalización es un oasis comparado a la cicuta que ofrece la derecha española que quiere volver a aplicar el artículo 155, ampliado y endurecido, y que no daría “ni indultos ni liberación de los presos…” como dijo hace unos días el líder del Partido Popular.
Según las últimas encuestas, el PSOE [Sánchez] ganaría las próximas elecciones y le sacaría 10 puntos de ventaja al Partido Popular. Pero, ¿sería suficiente para gobernar? Esa es la cuestión. Desde que se rompió el bipartidismo y España se debate en un escenario político cuadripartito, gobernar es cada vez más complicado, sobre todo si los catalanes que fueron el partido bisagra por excelencia, dejan de desempeñar dicho papel. Ahora reina la incertidumbre. Lampadia