Charo Camprubi
Desde España
Para Lampadia
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es un gato con siete vidas. Su carrera política ha sufrido unos altos y bajos espectaculares y ahora, una vez más, ha estado a punto de que el agua le llegue al cuello. Pudo quedarse en minoría cuando solicitó al Parlamento la cuarta prórroga del Estado de Alarma y se salvó ‘in extremis’ al conseguir un cambio en la mayoría parlamentaria que lo llevó al poder hace tan solo cuatro meses. ¡Eso es algo insólito!
No prorrogar el Estado de Alarma, que marca las cuatro fases de la llamada “desescalada” hubiera sido muy peligroso. España necesita salir del confinamiento gradualmente, no de golpe. Por eso la movilidad debe seguir siendo limitada. No hay que olvidar que ha llegado a tener 223,578 contagiados, 26,478 fallecidos y 133,942 altas. Si se ha conseguido doblegar la curva de contagios es gracias a que los españoles se han comportado de manera ejemplar durante el confinamiento. Pero no se pueden echar las campanas al vuelo porque se espera un repunte.
Sin embargo, dos de los partidos que forman parte de la mayoría gubernamental de Sánchez amenazaron con votar en contra. Fue el caso de los independentistas catalanes de Esquerra Republicana (ERC) y del Partido Nacionalista Vasco (PNV). Consideraban que el gobierno imponía su agenda sin consultarlos y resentían que hubiese un mando único en esta crisis. En el caso de ERC también subyace el temor a que el partido de Puigdemont, JxCat, le tome la delantera en las próximas elecciones catalanas con su política combativa hacia el estado español. Adoptar una línea dura le era necesario por razones puramente electoralistas.
Al ver que Sánchez estaba en la cuerda floja, el líder del Partido Popular, Pablo Casado, dijo: “No quiero ser su tabla de salvación”. Hasta ahora se había mostrado muy crítico con el gobierno, pero siempre votaba a favor de las prórrogas del Estado de Alarma. Esta vez optó por la abstención acusándolo de promover una “dictadura constitucional”. El objetivo del Partido Popular y el de Vox era desgastar al gobierno y, si fuese posible, hacerlo caer. La estrategia de Casado suele estar teledirigida por Aznar y eso lo lleva a escorarse hacia la derecha hasta el punto de casi confundirse con Vox, aunque sin su virulencia verbal que es insuperable.
Por lo tanto, Sánchez tenía un panorama negro en vísperas de la votación. Sin embargo, consiguió contra todo pronóstico salir de este impasse reforzado. ERC votó en contra, pero Sánchez recuperó el apoyo del PNV ofreciéndole un mayor margen de maniobra en los futuros programas de reactivación económica, la “co-gobernanza” con todas las Comunidades Autónomas en la gestión de la desescalada, y elecciones en el País Vasco en julio.
También negoció con Ciudadanos y consiguió que su nueva líder, Inés Arrimadas, cuyo partido forma parte de la oposición, le aportara el apoyo de sus 10 diputados votando a favor de la prórroga del Estado de Alarma. Arrimadas dijo que no quería una salida del confinamiento “sin control”. Con este inesperado apoyo más el de Coalición Canaria, Sánchez logró tener 178 votos a favor, es decir, dos más de la mayoría absoluta. Fue capaz de sacar adelante la prórroga a pesar del voto en contra de los 13 diputados de ERC y de la abstención del Partido Popular. Mostró que acababa de nacer una mayoría alternativa a la que lo invistió presidente, lo que constituye un tsunami político. Un triunfo para Sánchez y una pesadilla para Casado que se quedó con un pie en el aire. Su estrategia de derribo fracasó.
Cabe recordar que el año pasado pudo haber un gobierno de coalición entre el PSOE y Ciudadanos. Si no se llevó a cabo fue porque el entonces líder de Ciudadanos, Albert Rivera, prefirió pasar a la oposición para poder ser un día presidente del Gobierno. España perdió la oportunidad de ser gobernada desde el centro con una amplia mayoría parlamentaria. Ciudadanos recibió poco después un varapalo en las urnas al pasar de 57 a 10 diputados y Rivera dimitió del cargo.
El apoyo de Arrimadas es, en principio, solo para el Estado de Alarma, aunque también se abre a pactar presupuestos “realistas”, lo que podría disminuir la necesidad de Sánchez de apoyarse en Esquerra Republicana. Dicho partido está muy frustrado porque la pandemia ha puesto en el congelador su tema estrella: la mesa de diálogo sobre Cataluña. Y no soporta la centralización y la militarización que ha tenido lugar en España debido al coronavirus. En sentido inverso, tampoco le gusta a Vox ver que sus banderas ideológicas: Patria, Unidad Nacional y Ejército, se hayan convertido en el pan de cada día de los socialistas. Se sienten desposeídos de sus señas de identidad.
La colaboración de Ciudadanos con el PSOE es un movimiento novedoso al que hay que darle seguimiento. Cuatro Comunidades Autónomas, entre las que figura Madrid, son gobernadas por el tripartito PP, Ciudadanos y Vox, y eso no va a cambiar fácilmente. Pero Arrimadas ha comprendido que el espacio político de la derecha está copado mientras que se podría abrir un hueco en el centro. Las circunstancias especiales que genera el coronavirus le permiten llevar a cabo este zig zag y empezar a hacer su propia política, no simplemente seguir la línea trazada por su predecesor que hundió al partido.
El Partido Popular ha dado un paso en falso. Quiso aprovechar la prórroga del Estado de Alarma con fines partidistas, olvidándose del interés nacional, y en su lugar se ha abierto un socavón en el tripartito de derechas. Casado lo hizo sin consultar con los dirigentes de su partido que se han quedado desconcertados por esta estrategia fallida. Creyó que empujaba a Sánchez al abismo y lo que se produjo fue un giro político que le es muy favorable porque ahora, bajo ciertas circunstancias, podría gobernar sin necesidad del conflictivo apoyo de los independentistas catalanes. Entramos en la era de los acuerdos de geometría variable. Lampadia