Charo Camprubí
Para Lampadia
España está convulsa. El país acaba de vivir una grave crisis institucional por la insólita decisión de Pedro Sánchez de tomarse cinco días de reflexión para decidir si valía la pena o no continuar al frente del gobierno. El hombre que escribió el libro: “El manual de resistencia”, considerado de acero, mostró en una carta dirigida a la ciudadanía que tenía un talón de Aquiles: su esposa, Begoña Gómez, de la que dijo estar “profundamente enamorado”.
Cuando la política entró de lleno en su familia y le tocó a Begoña pasar por el mal trago de ser investigada por un supuesto delito de tráfico de influencias presentado sin prueba alguna, Sánchez, que esa mañana llegó al Congreso con el rostro visiblemente desencajado, colapsó. La gota que desbordó el vaso fue que se pusiera a su familia en el ojo del huracán.
Sin lugar a duda, hay dos visiones diametralmente opuestas de la misma crisis; una es la de la izquierda y sus socios parlamentarios y otra la de la derecha (PP y Vox). Eso no es de extrañar. Pero convendría saber cuál es el telón de fondo de una crisis de tal envergadura.
Para comenzar, cabe preguntarse si Sánchez ha sido más maltratado que otros líderes políticos socialistas por parte de la derecha (entonces sin Vox) ya que cuando la derecha política y mediática ha estado en la oposición siempre ha sido durísima. Lo fue con Felipe González y también con Zapatero. Entonces, ¿por qué Sánchez no resistió? Porque ahora estamos en la era digital con bulos y desinformación corriendo por las redes sociales como la pólvora y eso es mucho más nocivo que los ataques tradicionales.
Su inquietante necesidad de reflexión no parece estar relacionada con la matemática parlamentaria porque no le iba mal políticamente. Acababa de salir airoso de las elecciones autonómicas en el País Vasco donde sigue siendo el socio indispensable para conformar el gobierno vasco y, además, con más peso porque aumentó su número de diputados. En Cataluña, se prevé que el Partido Socialista catalán (PSC) tenga una contundente victoria el 12 de mayo. Y en las elecciones al Parlamento Europeo de junio el PP y el PSOE están, al parecer, cada vez más igualados.
Sus cinco días de reflexión han tenido un efecto aglutinador en la izquierda que ha temblado de pánico ante la idea de perderlo, poniendo en evidencia que no hay líderes alternativos a mano. Sánchez no tiene delfín.
El Presidente se queja de que el estilo de hacer oposición de la derecha está degradando la democracia. Es cierto que el ambiente en el Congreso es tenso. Hace tiempo que las ideas y los programas están siendo remplazados por el insulto y la descalificación. Esto no puede negarse pues basta con ver las sesiones de control al gobierno de los miércoles para constatarlo.
Más allá de lo que sucede en sede parlamentaria, está lo que pasa fuera del Parlamento donde un sindicato ultraderechista llamado “Manos Limpias” conocido por haber extorsionado a bancos y empresarios, se dedica a presentar denuncias sin fundamento contra gente de izquierda en juzgados donde saben que parece haber un juez dispuesto a tramitarlas. Con esta técnica Manos Limpias pretende dañar la reputación de políticos de izquierda que han sufrido las penas del infierno teniendo, en algunos casos, que abandonar la vida política para que años más tarde se demostrara su inocencia. Con Podemos se cebaron.
Esto mismo se hizo hace unos días con la esposa de Sánchez. Presentar una denuncia sin pruebas, basándose tan solo en recortes de periódicos (algunos de ellos relacionados con otra Begoña Gómez) y un juez la admitió a trámite a pesar de que el Tribunal Supremo, hace tan solo un par de meses, estipulaba que no se pueden hacer denuncias sin pruebas. Por lo visto, Sánchez no quiso que Begoña, por ser su esposa, continuara siendo acosada. De ahí su periodo de reflexión y que pida ahora que se inicie un proceso de “regeneración democrática” en España.
La derecha hace otra lectura de esta crisis. Dicen que siempre pensaron que todo era una “estrategia electoral” y que al final, no dimitiría, y que todo este “victimismo” es una “vergüenza”. Vox dice que Sánchez “quiere garantizarse la impunidad para tapar sus crímenes”. Aznar lo ha llamado “comedia de caudillismo lacrimógeno”. Feijóo ve “un tic autoritario que desde Franco nunca habíamos visto”; considera que “pretende colar un cambio de régimen” y que “España necesita un gobierno democrático” que él se ofrece a liderar. Por lo visto tendrá que esperar porque no hay dimisión de Sánchez a la vista. Lampadia