Charo Camprubí
Para Lampadia
A tan solo diez días de las elecciones del 21 de diciembre, el panorama electoral catalán se presenta con algunas certezas, algunas incógnitas, y un riesgo: el que Cataluña sea ingobernable.
Entre las certezas figura que tanto el bloque independentista como el bloque constitucionalista mantienen sus posiciones ya que el trasvase de votos se produce al interior de cada bloque, no de un bloque a otro. Por lo tanto, no habrá ni un claro ganador ni un claro perdedor lo que explica que los dos bloques estén muy movilizados.
El bloque independentista perdería la mayoría absoluta por tan solo uno o dos escaños. A pesar del fiasco en el que terminó la República catalana y del perjuicio causado a la economía, el independentismo no da signos de desaliento y se mantiene en un 44%.
El bloque constitucionalista podría ganar las elecciones, a pesar de un sistema electoral que le es adverso, gracias a que se prevé un nivel de participación histórico, superior al 82%. Este nuevo votante pertenece en su mayoría al bloque constitucionalista; siempre estuvo menos motivado que el bloque independentista a la hora de votar y, solo ahora, ante la gravedad de la situación, votaría.
Dentro del bloque independentista se ha desatado una encarnizada lucha por la hegemonía. Esquerra Republicana, liderada por Oriol Junqueras, va favorita con una expectativa de voto del 32% pero la plataforma constituida desde Bruselas por Puigdemont, Junts per Cataluña (JxCat) le pisa los talones. Ambos le quitan votos a La CUP, el partido antisistema, que pierde la mitad de sus votantes y cae a un 5%. Dentro del bloque Constitucionalista, Ciudadanos da un gran salto y se coloca en primer lugar seguido, de lejos, por el Partido Socialista Catalán. El Partido Popular se queda en la cola, muy por detrás.
Entre los dos bloques figura un partido bisagra, el que tendrá la llave de la gobernabilidad de Cataluña. Se trata de Catalunya en Comú-Podem que obtendría un 8 %. Este partido apoya a los independentistas en todo menos en la Declaración Unilateral de Independencia (DUI), que desaprueba. Exige al Estado español un “Referéndum pactado” para resolver el conflicto catalán. Inicialmente decían que no harían presidente ni a Puigdemont ni a Arrimadas, la líder de Ciudadanos. Ahora dicen: “No nos da miedo gobernar con independentistas”. Cabe pues preguntarse ¿dónde meterán la llave de la gobernabilidad cuando llegue la hora de la verdad?
Esta es la reina de las incógnitas dado que los pactos post-electorales son tan importantes como los resultados electorales propiamente dichos. Otra incógnita de peso es en quien va a recaer la Presidencia de la Generalitat ya que dentro de cada bloque hay varios pretendientes a su blanca mano.
En el bloque independentista la pugna por la Presidencia se juega entre el líder de Esquerra Republicana, Oriol Junqueras, y Puigdemont. Si ganan los independentistas, Puigdemont quiere ser el próximo presidente, aunque su plataforma (JxCat) no sea la más votada y lucha por arrancarle ese compromiso a Junqueras. Éste se resiste a darle ese regalito sabiendo que su partido va en cabeza y que el presidente podría ser él.
La disputa tiene sus bemoles ya que Puigdemont está en Bélgica y Junqueras en la cárcel. Por lo tanto, la presidencia tanto del uno como del otro se produciría en el hipotético caso de pudieran asumir el cargo, lo cual es altamente improbable sobre todo para Puigdemont que ha utilizado su estancia en Bélgica para mantener viva a la República catalana. Con su locuacidad habitual ha repetido por calles y plazas que él es el presidente legítimo de la República catalana y que le corresponde asumir el Gobierno de la Generalitat en caso de victoria del bloque independentista. De toda la cúpula independentista, él es el único que no ha acatado su cese en virtud del artículo 155 de la Constitución. En su caso se ha producido una flagrante reiteración del delito. Para captar votos se presenta a las elecciones con la mística de la lucha de David contra Goliat.
En el bloque constitucionalista el partido que va en primer lugar es Ciudadanos, el que tuvo la línea más dura con los independentistas. Reivindica el derecho a que su líder, Inés Arrimadas, asuma la Presidencia. El problema es que para el 44% de los votantes independentistas una presidencia de Arrimadas sería anatema y tensaría la situación política al máximo. Para evitarlo, el líder del Partido Socialista Catalán (PSC), Miquel Iceta, se presenta también como candidato a la Presidencia diciendo que podría constituir un gobierno minoritario que se apoyaría, según los temas, en unos partidos o en otros. Iceta promete “dialogo, negociación y pacto” y contrapone su experiencia política frente al “experimento” de Ciudadanos.
Incertidumbre también en relación con los programas electorales con los que se presentan los independentistas a las urnas ya que tanto hablan de dialogo con el Gobierno como de seguir la vía unilateral, es decir, volver a las andadas. En todo caso, veremos si estos pronósticos electorales se mantienen o si en el último minuto hay un giro espectacular. En Cataluña, todo es posible. Lampadia