César Peñaranda, Economista
Gestión 12 de junio de 2017
Salvo el año 2009 que registró en rigor la crisis internacional, en Perú el PBI subió 1%, la década pasada el país crecía a ritmo creciente, 8.4% promedio anual en el segundo quinquenio (sin considerar 2009); el crecimiento potencial estaba en el entorno de 6.5%. La inversión aumentaba a dos dígitos, con tasas por encima del 20%, mientras el consumo lo hacía a ritmo de 8% promedio anual para el quinquenio en referencia.
En dicho escenario la pobreza bajaba en promedio anual 4 puntos porcentuales, de casi 56% de la población en esa condición el 2005 cayó a 28% el 2011, mientras la clase media aumentaba de manera signifi cativa. El objetivo de ser un país del Primer Mundo hacia el 2021 en que se celebra el Bicentenario de la República se veía alcanzable.
La presente década el Perú sigue creciendo, pero a ritmo decreciente. Se pensó que tocábamos fondo el 2014 cuando el PBI aumentó apenas 2.4%, pero este año puede ser igual o aún peor; en el periodo 2014-2017 estamos en promedio moviéndonos alrededor de 2.5%, mientras nuestro crecimiento potencial está en el entorno de 3.5%, lejano, por cierto, de lo logrado la dé- cada pasada. La inversión registra tasa negativa los últimos 3 años y el consumo crece por debajo de 3% anual. Lo grave es que el ritmo de caída de la pobreza ha bajado a un punto porcentual por año en promedio, con el riesgo de que empiece a subir; hay poco más de cuatro millones de vulnerables, aquellos que ganan entre US$ 4 y US$ 6 al día y que no son pobres ni clase media, los que al ritmo actual de la economía pueden retornar al grupo de pobres.
Nuestro país crece a un ritmo similar a los países desarrollados y ello nos condena a ver cada vez más lejos la meta de integrarnos al grupo de países del Primer Mundo; peor aun cuando estamos según analistas internacionales en el inicio de la cuarta revolución industrial, que traerá significativos cambios a nivel mundial. En el contexto descrito brevemente se entiende mejor por qué el reto y la urgencia de crecer a tasa más alta.
¿Cómo salir de este escenario nada promisorio? Insistimos que debemos enfocarnos en dos aspectos centrales, que permitirán mover la economía a mejor ritmo de inmediato, pero con visión de mediano-largo plazo, pues no se trata de lograrlo uno o dos años, sino de hacerlo mirando hacia el 2021 o más lejano aún. Nos referimos a que corresponde fortalecer los cimientos y mover los motores del crecimiento. En el primer caso, los cimientos, se trata de mantener la estabilidad macroeconómica como condición necesaria aunque no suficiente para crecer y consolidar la institucionalidad, esta última involucionando peligrosamente, pues aumentan la corrupción y la inseguridad, sigue frágil el imperio de la ley y no hay un manejo transparente y universal de la información, situación que debilita además nuestra incipiente democracia.
Respecto de los motores del crecimiento en esencia hay dos, la productividad y la inversión, las que se retroalimentan. La primera viene cayendo en los últimos años y ello es muy delicado, pues no es posible crecer de manera alta y sostenida con visión de medianolargo plazo si no se incrementa de manera permanente la productividad total de factores. De ella depende además en gran medida el aumento de la competitividad del aparato productivo y la rentabilidad de los proyectos. Esto último nos lleva a la necesidad de revertir la tendencia de la inversión que, a más de la estabilidad macro, institucionalidad y productividad, requiere sacar adelante las APP y las OxI, atender los confl ictos sociales y mejorar el ambiente de negocios.