Cecilia Valenzuela, Periodista
El Comercio, 20 de abril de 2016
El 10 de abril los cajamarquinos compartieron con todos los peruanos la opinión que les merece Marco Arana, el ex cura ambientalista, dueño del partido político Tierra y Libertad, el que le prestó su inscripción al Frente Amplio para la candidatura de Verónika Mendoza.
Faltan muy pocas actas por contabilizar en Cajamarca y el nombre de Arana no aparece entre los elegidos para el Congreso. Para las presidenciales, los cajamarquinos votaron mayoritariamente por Gregorio Santos y por su lista, pero al no pasar la valla los cupos serán para los derrotados. Aun así el Frente Amplio solo tendrá una curul, quedó cuarto, detrás de Alianza por el Progreso y lejos de fujimorismo que quedó segundo; pero al hacer uso de su derecho al voto preferencial, los cajamarquinos que votaron por el Frente Amplio prefirieron al que iba con el número dos por esa agrupación, antes que al ex cura Arana.
Al 83,2% de las actas congresales contabilizadas por la ONPE, en Cajamarca, Juan César Regalado, el número dos por el Frente Amplio, es el único representante de esa agrupación con los votos necesarios para llegar al Congreso: Regalado Livaque, natural de Hualgayoc, Bambamarca, le ha llevado ventaja en el conteo de los votos preferenciales al ex cura Arana durante todo el proceso. Y salvo una jugada maestra de los personeros de Tierra y Libertad en esa región, Regalado será el representante de la izquierda por Cajamarca. Los otros cinco, está dicho, serán de Fuerza Popular y de Alianza por el Progreso.
¿Por qué los cajamarquinos de izquierda no quieren al ex cura Arana? ¿Por qué prefieren mayoritariamente a Gregorio Santos, en la cárcel acusado por corrupción? Detenernos en lo que supieron diferenciar podría aproximarnos a las verdaderas razones que asisten, hoy en día, su rebeldía.
A fines del 2011, Santos y Arana se convirtieron en los principales opositores al proyecto minero Conga: el éxito de esa oposición llamó la atención de las autoridades nacionales y todo el país volteó a mirar a Cajamarca.
Sin embargo, Santos no pudo aprovechar el poder de negociación que el levantamiento le había ganado a su región porque Marco Arana, apuntalado por el ex emerretista Wilfredo Saavedra, lo presionó y lo obligó a negarse a cualquier tipo de transacción.
Inmovilizada, Cajamarca se empobreció más, y a los campesinos de Cutervo, Bambamarca y Celendín solo les quedó la nostalgia. Marcharon, se sacrificaron a cambio de nada. No consiguieron ningún beneficio para sus pueblos.
Tiempo después Santos fue a prisión delatado por un constructor al que le había otorgado, a dedo, once licitaciones. Y Arana, el ambientalista fanático que vive de los fondos europeos que le procura una ONG y que no ha administrado en su vida otra cosa que una pobre parroquia, aprovechó su decadencia para hacerse del liderazgo de la izquierda aburguesada de Lima.
Los cajamarquinos han votado reivindicado a Santos sobre Arana y a lo que políticamente cada uno representa: prefieren al maoísta radical pero pragmático, que al fundamentalista incapaz de conciliar. Los campesinos cajamarquinos intuyen que con Santos tendrían viabilidad política, una salida a su postergación; al otro lo saben fundamentalista, capaz de pedirles que se inmolen y que entreguen sus vidas para seguir tan pobres como cuando comenzaron a protestar. El fanatismo de Arana, por cierto, se refleja en estos días en las declaraciones de su candidata Verónika Mendoza: no al consenso, no a la conciliación. Lampadia