Por: Carlos Prieto Balbuena, Gerente del Área de Estudios Económicos del BCP
Gestión, 12 de marzo de 2021
Hace poco más de 15 años, algunos círculos locales alababan las políticas implementadas en Venezuela y Argentina. Hoy, uno es un país fallido que ha generado una gran crisis migratoria y el otro exhibe una inflación anual cercana al 40%, con un tipo de cambio paralelo que llegó incluso a ser el doble que el oficial en el 2020.
Hace 10 años se hablaba entusiastamente del despegue de Brasil como una potencia mundial emergente. Hoy es un país casi insostenible fiscalmente, con una deuda pública de 100% del PBI. El riesgo país de Brasil (medido a través del CDS a 5 años) es casi tres veces mayor al del Perú y el real brasilero se deprecia más de 40% desde fines del 2019, una de las monedas emergentes más golpeadas.
Hace poco más de 5 años había referencias positivas a los avances de Ecuador. Ahora es una economía que no entra en default solo gracias a la ayuda del FMI y organismos internacionales. El gobierno de Correa, luego de casi duplicar el tamaño del Estado (medido con gasto público como porcentaje del PBI), solo pospuso el inevitable ajuste a través de emisiones de bonos globales a tasas de interés insosteniblemente altas. Si el próximo gobierno del Ecuador se aleja del FMI, probablemente se erosionen las anclas de la dolarización.
Hoy Bolivia se debate entre el ajuste macroeconómico y la desestabilización. La falta de inversión privada generó que la producción de gas caiga cerca de 30% desde el 2014. Asimismo, elevados y recurrentes déficits fiscales y en cuenta corriente desde el 2015 han debido ser financiados con mayor deuda pública (72% del PBI en 2020 o el doble que en 2013) y menores reservas internacionales. Estas últimas han caído 70% desde 2014 y cada vez hay más preguntas sobre cuándo se romperá el tipo de cambio fijo de manera ordenada o desordenada. Bolivia exhibe (excluyendo Venezuela) la inversión privada como porcentaje del PBI más baja de la región y, según el Banco Mundial, tiene uno de los peores climas para hacer negocios en la región. Sin ajustes correctivos, Bolivia corre el riesgo de seguir más temprano que tarde los pasos del Ecuador de Correa (patear el problema al siguiente con emisión de deuda a tasas de interés altas) o Argentina (múltiples tipos de cambio e inflación de dos dígitos).
En México, Andrés Manuel López Obrador inauguró su sexenio de gobierno con una retórica dura de cancelaciones de contratos firmados y grandes transformaciones. Así, solo consiguió en su primer año de mandato en el 2019, y antes del covid, que su país registrase un crecimiento nulo, producto de una caída de la inversión privada de 3,3% (la mayor contracción desde la crisis financiera internacional en 2009).
El populismo latinoamericano es aún un virus sin vacuna que recorre nuestro continente. Este virus puede generar un crecimiento artificialmente alto unos años (más todavía si es apoyado por altos precios de commodities). Si bien la macroeconomía puede resistir un tiempo, el severo deterioro microeconómico y la caída de la inversión privada llevan inevitablemente a un fuerte deterioro del crecimiento económico y la destrucción por años o incluso décadas del bienestar social de los más pobres y las clases medias.
Algunos de estos países, además de implementar en diferente grado medidas populistas, subsidios generalizados, controles de precios, aumentar sustancialmente el tamaño del Estado y ahuyentar la inversión privada, también cambiaron sus constituciones y los capítulos económicos que regían la independencia del banco central, así como la actividad económica privada y estatal (Venezuela-1999, Ecuador-2008, Bolivia-2009).
El Perú necesita urgentemente mejores políticas públicas; pero ojalá no sucumba a experimentos populistas que tan malos resultados han dado en otros países de la región. Lamentablemente, muchas medidas del Congreso nos recuerdan constantemente que no estamos inmunizados contra el virus del populismo.