Un cercano amigo, me hizo esta reflexión… “Antes gobernaban las élites, ahora gobierna la plebe, y eso se llama oclocracia”. Después de buscar el diccionario, tuve el sentimiento que esta afirmación, podría resultar muy poco amistosa, acaso discriminadora, y definitivamente antipopular, decidí analizar un poco más nuestra realidad, y empecé haciéndolo con la campaña electoral de la que somos testigos:
“Surrealista” es lo primero que se me ocurre. La preminencia de candidatos a autoridades Regionales, Provinciales y distritales, Una mayoría de ellos, son solemnes desconocidos, Unos cuantos, sí son conocidos pero no lo son precisamente por sus virtudes, sentido cívico, capacidad para gobernar, son conocidos mas bien por haber protagonizado titulares: Desde denuncias de corrupción, hasta escándalos policiales.
Los menos (porque los hay), son gente de bien, con valores, e intenciones de mejorar la vida de la sociedad. Sin embargo éstos están muy atrás en las intenciones de voto. Podemos, entonces inferir, que la amplia mayoría (la casi totalidad) de las autoridades que elegiremos pertenecen al grupo que muy poco va a aportar al desarrollo y gobernabilidad, y estamos ante la comprobación que es la más profunda crisis en la que hemos caído. Crisis Política y de valores, que va precisamente en contrasentido con el crecimiento y la ilusión de desarrollo que hemos vivido en la última década.
Hasta hace muy poco parecía que todos suscribíamos la afirmación “El Perú sigue creciendo, a pesar de sus gobiernos”. Ahora, parece que ésta afirmación ya se relativiza porque los Gobiernos sub-nacionales van a tener el poder de echar por la borda lo avanzado. ¿Vamos a dejar que esto ocurra?
LAS PROPUESTAS Y DEBATES
Creo poder afirmar que en todo el territorio Nacional, los debates se centran en promesas gaseosas de moralidad y lucha contra la corrupción, en la seguridad ciudadana, en “obras”, garantizando más cemento. Nadie habla de mejoras en la gestión ni en el necesario análisis de “donde queremos ir”. El ordenamiento territorial sigue ausente, el respeto a la ley o los reglamentos tampoco son materia de discusión. Hay quien plantea abiertamente la escisión de su territorio del país.
Es que hemos perdido los rudimentos básicos de la vida en sociedad. El Bien Común, el respeto al derecho ajeno, y los valores de la democracia, están ausentes, tanto en la percepción del ciudadano de a pie como de quienes pretenden gobernarnos.
MIENTRAS TANTO… ¿QUE PASA CON NUESTRAS CIUDADES?
Parece que el crecimiento económico, ha causado entre otras cosas, el caos de habitabilidad de todas nuestras ciudades:
-Crecimiento desordenado, por fuera de la elemental planificación territorial.
-Construcciones sin habilitación urbana.
-Edificios sin terminar.
-Edificaciones en los cauces de agua, y sin los estudios de resistencia de suelos.
-Crecimiento inorgánico.
-Falta de vialidad (o exceso de la misma, cuando dos alcaldes de distritos vecinos construyen carreteras al mismo lugar)
-Monumentos a la papa, la trucha, el choclo, la maca, el triciclo o “a cualquier cosa”, buscan legitimar el paradigma social.
-Escalinatas, lozas deportivas y “palacios municipales” son prioridades.
En conclusión nuestras ciudades están cada vez más feas e inhabitables. Paradójicamente el gran causante de esto es el crecimiento económico, la bonanza, y los impuestos pagados por las empresas en el “canon”.
Es que podemos afirmar que “El crecimiento económico es inversamente proporcional al crecimiento de ciudadanía”.
¿QUE HACER?
Ante la gigante labor que se nos plantea a los ciudadanos que queremos un mejor Perú, queremos empezar por dos propuestas puntuales para empezar a revertir esta perversa tendencia:
· Construir ciudadanía:
Este será un camino muy largo, pero creo que podemos empezar por educar en civismo, a través de campañas transversales a toda la sociedad, en las que podamos difundir los valores de la democracia, empezando como lo tenemos dicho en el respeto al derecho ajeno y al bien común.
· Participar en política:
Cuando alguien gana las elecciones, cree tener el derecho de hacer lo que quiera, más allá de los límites de su mandato. Quien pierde en las elecciones, tiene dos opciones, ambas perversas: La primera es abandonar la política y esperar la próxima elección, dejando hacer al ganador, lo que le venga en gana, y la otra es atacar despiadadamente y hacer imposible cualquier intento por gobernar exitosamente.
La verdadera participación política debería ser construyendo las propuestas que ayuden a gobernar, en el control ciudadano, en el aporte a la construcción de una visión común de desarrollo. Y esta tarea corresponde principalmente a los partidos, pero… ¿dónde están estos? La institución política está en crisis. Alguien debe ocupar ese lugar.
Debemos volver los ojos a las instituciones de la civilidad. Creo que los Gremios empresariales deberían diseñar un espacio de participación política, no necesariamente con candidaturas, pero sí con control ciudadano y propuestas, que incluyan la educación política.
Colegas empresarios: La política no es mala palabra, no le tengamos miedo. La política es etimológicamente “el interés por lo público”, y consecuentemente es también nuestra obligación moral.