Con ocasión de su reciente reunión en Lima, presidida por Alicia Bárcena.
Comentario de Lampadia:
El artículo que comentamos describe con franqueza y cierta ingenuidad las ideas que nuevamente recoge la Cepal y desde las cuales estaría pretendiendo plantearnos un nuevo catecismo sobre nuestras políticas económicas.
Algunos de los comentarios de las delegaciones que asistieron a la reunión de Lima son increíbles a estas alturas de la historia. Hemos incluido varios comentarios a lo largo del propio texto.
Según el artículo de Bedoya, la Cepal estaría dando un salto atrás, que curiosamente estaría coincidiendo con el segundo gobierno de Michelle Bachelet en Chile, con nuevos socios, otro estilo y propuestas que podrían ser desestabilizadoras de la economía latinoamericana más sólida.
En el caso del Perú, Bedoya debiera entender que este fue el único país de la región que apagó las luces por 30 años (60, 70 y 80). Se prohibió la inversión privada en el campo, la minería, la pesca y hasta el turismo. En otras palabras, se condenó a las regiones a la exclusión y el empobrecimiento. El Perú todavía tiene que recuperar el tiempo perdido, no solo en educación, infraestructuras e instituciones; también en nuestro nivel de producción.
Además, el Perú, a diferencia de Chile, por ejemplo, es polimetálico, de menores costos de producción, la energía cuesta una tercera parte y tenemos yacimientos de buena ley que no han sido tocados.
El llamado “viento a favor” no ha cambiado tanto, las cotizaciones de los metales no son despreciables, las tasas de interés internacionales siguen bajas y si bien la liquidez internacional ha disminuido, hoy los inversionistas ya aprendieron a distinguir y privilegiar entre los países de la región. En otras palabras, hay que arreglar lo que falta, no lo que camina bien. No es momento para experimentos ni apuestas heterodoxas. Lampadia
Artículo:
El pacto de la Cepal
Por: Carlos Alonso Bedoya
(La Primera, 18 de mayo de 2014)
Tanto optimistas como pesimistas reconocen que América Latina ya cruzó la puerta de ingreso a la crisis económica iniciada en los países ricos. En ese contexto, la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal) propone un pacto a toda la región. [Esperamos que sea para los demás y no para el Perú].
En el último día de debates del reciente periodo de reuniones de la Cepal en Lima, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva del organismo, presentó una propuesta para Latinoamérica que más que económica es centralmente política. Se trata de llegar a consensos para enfrentar la crisis, seguir creciendo y al mismo tiempo igualar en derechos y oportunidades a la población. Para ello la CEPAL ofrece una trilogía que se resumen en que la igualdad es el horizonte, el cambio estructural es el camino y la política es el instrumento.
Se trata de cerrar brechas en relación al pago de impuestos, los salarios, la producción, la calidad de vida en relación a vivienda, educación y servicios públicos. Asimismo, en los derechos reproductivos y otras áreas en donde sigue flaqueando el Perú y casi toda el subcontinente. Así, aumentar el consumo de las familias no solo es cuestión de una tarjeta de crédito para comprar electrodomésticos, sino del acceso a servicios donde el Estado tiene la palabra.
Y como casi toda la región se apoya en la explotación de recursos naturales, al Cepal apunta un cambio estructural que parta de otra gobernanza orientada a la redistribución de tales recursos y a la sostenibilidad ambiental. Es decir, retener más renta para el Estado al tiempo que se modifica la estructura productiva para ir dejando la centralidad económica en la actividad primario exportadora. [Las contribuciones totales del sector minero en el Perú, llegan al 50%].
Nada de esto se podrá hacer sin un pacto entre todos los agentes económicos, la ciudadanía y el Estado. Y eso lo vemos claramente en el Perú, en donde por más que la productividad y la renta de las empresas aumentaron, los salarios se mantuvieron rezagados.
Bárcena hizo una reflexión profunda reconociendo que ahora nos enfrentamos a un contexto externo difícil con menor dinamismo económico. La mexicana invitó a enfrentar este reto con un camino propio, casi como decir que no hagamos caso a las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) que ya reclama ajuste macroeconómico a las economías latinoamericanas. [Dónde habrá visto esas supuestas recomendaciones. En todo caso México y los demás países latinoamericanos estamos ahora mucho mejor (con deshonrosas excepciones) que la mayoría de los países europeos, justamente, porque ya hicimos los ajustes macroeconómicos hace años, cuando ya habíamos agotado nuestras opciones]. Según Bárcena, el tránsito en esta etapa debe ser hecho como decía el amauta José Carlos Mariátegui, sin calco ni copia, sino con creación heroica.
EXCUSA DE LA INFORMALIDAD
A cargo de los comentarios de los pactos propuestos por Bárcena quedaron Miguel Castilla, ministro de Economía peruano y Danilo Astori, vicepresidente uruguayo y exministro de Economía de ese país. Astori que representa la derecha del Frente Amplio del país oriental (pero que al lado de Castilla es casi un guerrillero revolucionario) fue enfático en el tema salarial y en redistribuir la carga social lo más equitativo posible.
No por nada el Uruguay apoya la gratuidad de su educación universitaria y su sistema de seguridad social en pilares de reparto que hacen que todo uruguayo que quiera estudiar lo haga, y que nadie se quede sin pensión ni salud.
Todo lo contrario a lo que pasa en el Perú, en donde tenemos a más de un millón de viejos sin jubilación y con miras a duplicar o triplicar esa cifra en el mediano plazo pues muy poca parte de la población económicamente activa cotiza y no hay sistema de pensiones sociales, salvo el diminuto bono mal llamado Pensión 65.
El turno de Castilla fue de lo más embrutecedor e ideológico. Salió a discrepar no solo con Bárcena sino con Astori al decir que subir el salario mínimo aumenta la informalidad y que ese es el tendón de Aquiles peruano. [Este es un tema que ha sido calculado y difundido muchísimas veces en el Perú y afuera, hay que leer un poco más].
Es que antes había echado tantas flores al modelo económico de la cero regulación que había logrado tan buenos número en la macroeconomía que prácticamente señaló que el piloto automático en la mayoría de sectores es el camino en el Perú. Es como el perro que persigue su cola, pues la informalidad, aunque no lo reconozca, tiene su gran asiento en la desregulación y la ausencia del Estado.
Y eso lo vemos todos los días en el transporte, el comercio, y los puestos de trabajo. Entonces, Castilla salió con el discurso de quienes se aferran a que el Estado siga sin intervenir y que los pactos no son necesarios pues con Fujimori ya se pactó que la privatización de las responsabilidades del Estado y que más o menos cada quien se salve como pueda.
Castilla insiste en luchar contra la informalidad con más desregulación.
LOS QUE SÍ DEBATIERON
Cada delegación nacional de los países que integran la Cepal estuvo compuesta por varios funcionarios, desde el más alto nivel hasta operadores en planificación, servicios sociales y ortos sectores, quienes participaron en el debate sugerido por la Cepal sobre la necesidad de pactar para la igualdad.
Uno de los casos más destacados fue el de los ecuatorianos, quienes señalaron que los pactos por la igualdad no se pueden dar si los grupos económicos más poderosos se apoyan precisamente en la desigualdad para aumentar sus ganancias. [Qué fácil es decir este tipo de cosas sin ningún sustento. Por definición, el aserto resulta falso y maniqueo]. En todo caso hay que pactar contra ese modo de hacer negocios.
En tal sentido cuestionaron los Tratados Bilaterales de Protección de Inversiones (TBI) y el sistema de solución de disputas entre inversionistas y Estados como el CIADI del Banco Mundial, o el Uncitral de las Naciones Unidas.
Todos estos instrumentos garantizan ventajas para el gran capital con el cuento de que la inversión genera empleo y renta, cuando lo que en realidad sucede es que a través de ellos se imponen condiciones y se chantajea a los gobiernos, como en el caso de las demandas multimillonarias de OXY y Chevrón contra el Estado ecuatoriano que sin tomar en cuenta que estas mismas transnacionales incumplieron la ley nacional y violaron derechos de pueblos indígenas, se les dio la razón imponiéndole una multa ridícula al Ecuador que por poco equivale a su presupuesto público anual.
Otra intervención muy lúcida fue la delegación cubana, que planteó a través de su ministro de Comercio Exterior, que el pacto por la igualdad no debe ser solo a nivel nacional, sino regional, de tal suerte, que se expresen intereses comunes de América Latina y El Caribe en los debates globales a fin de equilibrar posiciones con países desarrollados. Por ejemplo a través de posiciones en el marco del G-77, Unasur, Celac y Alba.
Podemos afirmar que la trigésimo quinta reunión de la Cepal ha traído una voz diferente en el concierto multilateral. Frente a las clásicas recetas de austeridad del FMI, la Cepal propone un pacto para una fiscalidad, otro para la inversión, la política industrial y el financiamiento. Uno más para la igualdad en el mundo del trabajo, y para un mayor bienestar social y mejores servicios públicos. También un pacto para la sostenibilidad ambiental, para la gobernanza de los recursos naturales y uno por el desarrollo y la cooperación.
Para ello se requieren funcionarios y autoridades creativas. El rol del Estado es esencial. [¿?]