Nada más parecido al Plan de la Gran Transformación (PGT), que el Plan Nacional de Diversificación Productiva que ha lanzado recientemente el ministro de la Producción, Piero Ghezzi. Me refiero claro al capítulo 3 del PGT, “Construir un nuevo modelo de desarrollo: la Economía Nacional de Mercado”.
Ambos documentos apuntan a una acumulación de capital nacional y a un rol central de parte del Estado en la promoción de la economía y se dirigen a reducir restricciones de mercado, infraestructura, calificación, financiamiento y tecnología.
Tanto Félix Jiménez (autor de la parte económica del PGT) como Ghezzi plantean un cambio de rumbo a la ortodoxia del modelo peruano ya que sin una drástica modificación a la estructura productiva nacional no habrá más crecimiento.
Ahora bien, para Jiménez la bonanza peruana fue fruto tanto del ciclo de los precios de los metales (2003 – 2013), como de la corrección de la política monetaria y fiscal hecha durante el gobierno de Toledo. Algo poco reconocido, pero que redundó en mayor acumulación de reservas y superávits.
Desde 1998 hasta el 2001, la economía peruana estuvo prácticamente en recesión debido al impacto de la crisis asiática. Fujimori y su equipo simplemente vieron desacelerarse la economía de las privatizaciones porque no tuvieron (ni pensaron) los instrumentos de política contracíclica adecuados para una crisis.
En cambio Ghezzi encuentra una solución de continuidad desde el shock de Hurtado Miller (1990) hasta la bonanza actual. He ahí una diferencia de partida entre los dos economistas que hace poco protagonizaron un breve pero intenso fuego cruzado a través de sendos artículos periodísticos.
Con todo, Jiménez y Ghezzi están mucho más cerca en sus reflexiones de lo que parece. Ghezzi es más jimenista que castillista. Así lo revela su plan industrializador, un verdadero giro a lo que ha sido el piloto automático del titular del MEF, Miguel Castilla.
Sin embargo, la diferencia de fondo en los dos documentos es que la economía del PGT se apoya en una base social ancha, más allá de empresarios y que incluye a trabajadores, comunidades y pobres. A contramano, Ghezzi busca la confianza solo de la empresa para su diversificación, por lo que ofrece reducir sobrecostos a cuenta de trabajadores y del tesoro. Esa es su táctica para ganarse a los empresarios más ideologizados que son los más poderosos.
A su vez Jiménez plantea cohesión social como centro táctico en su gran transformación porque entiende más la clave del conflicto peruano, y creía que Humala usaría la correlación de fuerzas que la haría viable.
Por ello el disenso entre Ghezzi y Jiménez no es estratégico, pues comparten la visión de un Perú industrial que rompa el statu quo de “la sartén por el mango de mineros y banqueros”. Será por ello que su enemigo común es Castilla, quien a estas alturas sabe más de intriga política que de manejo económico.