Por: Camila Bozzo
Perú21, 4 de noviembre de 2021
Aunque la presencia del recientemente defenestrado Barranzuela en el Ministerio del Interior haya generado legítima alarma, la de Gallardo en Educación debiera preocuparnos igual o incluso más. Al final de cuentas, el progreso de un país se construye sobre una educación de calidad. Sin ella será imposible romper el círculo vicioso de la pobreza intergeneracional y la deseada igualdad de oportunidades será una eterna aspiración.
La visión del ministro Gallardo colisiona, precisamente, con el enfoque meritocrático que busca alcanzar una educación de calidad y que ha sido plasmado en la Ley General de Educación y en la Ley de Reforma Magisterial. La semana pasada, en medio del tumultuoso acontecer político nacional (quizá por eso no haya recibido la atención que amerita), Gallardo propuso que los nombramientos de docentes contratados sean automáticos, es decir, planteó eliminar la evaluación magisterial. El ministro considera que la sola docencia en el aula ya califica a los docentes y que no merecen pasar “por la via crucis de la zozobra y de la incertidumbre” a la que las evaluaciones los someten. Y cómo no pensar así si es que su aproximación a la educación es la de un sindicalista (es cercano al recientemente inscrito sindicato Fenatep que el presidente Castillo fundara en el 2017). El problema es que a pesar de semejante conflicto de interés, Gallardo presida el ministerio encargado de velar por la educación de nuestros niños y niñas, por el futuro del país.
Antes que buscar derribar la evaluación docente lo que debería proponerse es la capacitación constante de los maestros para que puedan ser nombrados.
Aunque para que la propuesta de nombramiento automático es necesario que el Congreso apruebe una ley, sí preocupa la postura del ministro sobre esta materia. ¿Acaso no es esperable que destine recursos y esfuerzos en bregar por esta propuesta en vez de centrarse en la capacitación y acompañamiento de los docentes?