Berit Knudsen
Para Lampadia
Luego del proceso electoral, es urgente mirar más allá de nuestros distritos, allá donde habitan las poblaciones más pobres y preocuparnos por la seguridad nacional, ya que evidentemente Castillo no tiene intenciones de resolver los problemas del país.
Castillo seguirá buscando levantar su deteriorada imagen, fotografiándose con cuanto personaje pueda ser utilizado, mostrando falso control y poder ante la población.
Pero otros personajes también apuestan por esa estrategia. Tal es el caso de Willy Huertas, ministro del interior que eludió la censura con lo que en lenguaje electoral sería un ausentismo del 22% y 9% de votos en blanco o nulos por parte del Congreso. Ese ministro, que debería estar fuera de la cartera del Interior, evidencia desconocimiento sobre sus responsabilidades haciendo pública la visita del cuestionado embajador cubano, Carlos Zamora alias “el gallo”, fotos que luego fueron borradas.
Por esa embajada han desfilado múltiples personajes para rendir honores: el premier Aníbal Torres, el alcalde sustituto de Lima, Miguel Romero, no podía faltar el ministro Alejandro Salas que no pierde oportunidad para figurar y otros más. Pero el caso del ministro del Interior, responsable de la seguridad Nacional y políticas internas, es diferente y debería ser nuevamente cuestionado por sus coordinaciones con la embajada cubana.
Ningún embajador acreditado en el Perú tiene asuntos que tratar con un ministerio que maneja al servicio de inteligencia y con ello, información privilegiada. Mucho menos con alguien cuestionado por su conocida trayectoria como alto comisionado de la inteligencia cubana, vinculado con los irregulares hechos durante las últimas elecciones en Bolivia que culminaron con anulación de los comicios, la salida de Evo Morales y del mismo “gallo Zamora” del país. Pero Zamora, que se despidió anunciando su retiro, sigue interfiriendo en el Perú.
Aunque los representantes de Cuba en la ONU hablen sobre libre determinación de los pueblos, equidad y justicia, es conocida en el mundo la dramática realidad del pueblo cubano. Cuba acompañó a Venezuela durante todo el proceso de “toma del poder” desde sus inicios. La fórmula era clara: “cuanto peor, mejor”. Por esa vía se rodearon de quienes comulgaban con sus ideas, compraron voluntades o los extorsionaron. Es sabido también que, ante la ruina de Venezuela, Cuba utiliza a nuevos aliados para compensar su alicaída economía y su intervención en nuestro país no será gratuita.
Ante el fracaso de Castillo con las “rondas campesinas” como fuerza paralela, la táctica es liberar a Antauro Humala con dos objetivos: desestabilizar al país y utilizar los contactos de este asesino de policías para sus propósitos.
Antauro busca convencer a las poblaciones golpeadas por la crisis en las plazas públicas con su discurso agresivo y radical; pero evidencia poca preparación como autodenominado candidato presidencial fuera de esas tribunas. Paralelamente intenta reclutar reservistas, compitiendo con el Militarizado Partido Comunista MPCP (ex Sendero Luminoso) quien busca enlistar a esos mismos licenciados en sus recientes pronunciamientos.
Mientras tanto, Castillo necesita mantenerse en el poder. El nombramiento del aliado de Antauro, Daniel Barragán, como ministro de Defensa, los ofrecimientos a las fuerzas armadas para ganar voluntades de los reclutas y las visita durante las maniobras del ejército documentadas con videos, convenientemente acompañado por el comandante General del Ejército, Walter Córdova, manifiestan un plan organizado. Pero estas estrategias minuciosamente diseñadas, no parecen obra de Castillo. ¿Habrán recibido asesoría externa? No sería de extrañar.
La intervención cubana es un hecho que no podemos seguir ignorando. No todas las reuniones y maniobras políticas terminan con una fotografía, son labores de inteligencia y es a través de cuba que Cerrón mantiene su injerencia, aunque afirme haber botado a Castillo del partido. Estamos alertados. Lampadia