Axel Kaiser
Fundación para el Progreso – Chile
Publicado en El Mundo de España
16.02.25
Glosado por Lampadia
Filosofía contra el «wokismo». El economista y presidente del «think tank» liberal Fundación para el Progreso publica Parásitos mentales, su nueva acometida contra la ideología «woke».
«Los derechos sociales son inmorales y económicamente insostenibles».
Hace más de una década que Axel Kaiser (Santiago de Chile, 1981) lidera la batalla cultural contra el wokismo en Latinoamérica.
Abogado, profesor de universidad, tertuliano televisivo, presidente del think tank Fundación para el Progreso y uno de los mayores activistas del liberalismo clásico en Sudamérica, Kaiser publica ahora Parásitos mentales (Deusto), un «manual de prevención» contra los «siete pecados capitales de la civilización occidental». A saber: la justicia social, los derechos sociales, el Estado benefactor, el neoliberalismo, la responsabilidad social corporativa, la diversidad, equidad e inclusión, y las ideas asociadas a lo que supone ser un buen indígena. «Ofrezco al lector un pequeño resumen de filosofía política liberal para combatir el progresismo», cuenta desde la Región de La Araucanía, en Chile, donde su ensayo lleva semanas encabezando las listas de los más vendidos. «Mucha gente me ve como un villano de la ultraderecha; yo me siento un héroe que se ha atrevido a plantar cara a los autores del pensamiento tóxico».
P. ¿Por qué considera la igualdad tan dañina y contraproducente para el progreso?
R. La igualdad impuesta por el poder del Estado a través de la violencia que respalda la ley es destructiva para el progreso. La igualdad ante la ley es positiva, pero el problema es que, para conseguir la igualdad material entre los individuos se tiene que aplastar la libertad. Si las personas actúan en libertad, debido a que somos todos distintos, terminará habiendo desigualdad, lo cual es inevitable. Cuando se aplasta la libertad se detiene también el progreso. Por eso el gran problema del socialismo es que, buscando la igualdad, conduce siempre a la servidumbre y la miseria.
P. Habla de parásitos mentales progresistas, pero ¿acaso no existen parásitos mentales conservadores o libertarios?
R. Las ideas progresistas son tan hegemónicas hoy día que no hay espacio para ideas conservadoras y libertarias que estén generando realmente un cambio a nivel legislativo, educativo o económico. Me centro, pues, en las que son más dañinas, que son las que están predominando el pensamiento en gran parte del mundo. Porque la hegemonía de la que sigue gozando el progresismo no se da en ningún otro grupo.
P. En su libro menciona la película «Origen», en la que se dice que no hay parásito más resistente y contagioso que una idea. ¿Cuál es la peonza, el tótem, que permite distinguir, como a DiCaprio en los sueños, lo real de lo ficticio en la política?
R. Los que nos devuelven la noción de la realidad son los resultados concretos que producen ciertas ideas cuando se llevan a la práctica. La inmigración descontrolada, la expansión excesiva del Estado y la sobrerregulación están generando crisis económicas y sociales. Países como Alemania y España muestran signos de estancamiento, mientras que EE.UU. ha mantenido un crecimiento sostenido. La gente empieza a percibir estas consecuencias y reacciona en las urnas: el ascenso de líderes como Trump en EE.UU., Milei en Argentina o el crecimiento de Alternativa por Alemania. La ilusión de un mundo globalista y progresista como garantía de bienestar se está desmoronando porque deteriora la calidad de vida de la gente. Las élites aún no lo ven, pero el cambio ya está en marcha.
P. Todos recordamos a DiCaprio en «El lobo de Wall Street». ¿Es la prueba de que el liberalismo sin control puede tener efectos desastrosos?
R. No, porque lo que hacían Jordan Belfort y sus secuaces era violar las normas establecidas para proteger los derechos de propiedad de terceros. O sea, básicamente había engaño y estafa. Y obviamente, eso está fuera del marco del liberalismo, que implica un conjunto de reglas que protegen los derechos de propiedad de todas las personas. En la película, DiCaprio se salta estas regulaciones y por eso lo persiguen.
P. ¿Qué va a suponer Trump para la batalla cultural, la (según usted) hegemonía del «wokismo» y el devenir de la economía mundial?
R. No es Trump quien ha liderado esta batalla, sino un movimiento amplio que incluye a profesores, intelectuales, artistas y empresarios como Elon Musk y otros muchos, quienes identificamos en él una respuesta al wokismo, que consideramos la mayor amenaza para la civilización occidental. Trump ha sabido aprovechar esta ola con astucia. Aunque no coincido con su proteccionismo económico, éste parece ser más una herramienta de presión que una postura dogmática, como se vio con Canadá y México. Trump no es un ideólogo, sino un negociador pragmático. Todo el mundo sabe que Trump no ha sido diseñado por la derecha, sino que es una criatura de la izquierda desquiciada.
P. Ha llegado a calificar al presidente Boric de analfabeto en materia económica y en su día se mostró tremendamente crítico con las reformas de Michelle Bachelet. ¿Cuál es su pronóstico para Chile?
R. Fui muy crítico con las reformas de Bachelet, que considero desastrosas para la economía y la educación, y 10 años después se confirma que el crecimiento económico colapsó, en parte por su reforma tributaria. Boric, su heredero, es aún más incapaz, con un gobierno corrupto y errores graves en la gestión económica. Su ministro de Hacienda ha intentado debilitar el capitalismo, pero sin éxito. Mucho me temo que el futuro de Chile dependerá de las próximas elecciones presidenciales. Evelyn Matthei, del centroderecha, tiene opciones, pero mi hermano, Johannes Kaiser, podría impulsar un cambio radical, especialmente en seguridad, que es la principal preocupación de los chilenos hoy en día.
P. ¿Asumiría la cartera de Economía si su hermano llegara al poder?
R. No aceptaría un ministerio, aunque ayudaría en todo lo posible. Chile enfrenta un grave problema económico debido a la sobrerregulación y la burocracia. Además, el país tarda mucho más que el promedio de la OCDE en aprobar proyectos. Es crucial eliminar regulaciones innecesarias y reducir impuestos. O, dicho de otro modo: Chile necesita la motosierra de Milei.
P. ¿Se atrevería a sacar algún defecto a Milei?
R. Milei recibió Argentina en un estado crítico, comparable a un médico que intenta revivir a un paciente prácticamente muerto tras un accidente. A pesar de este panorama, ha logrado reducir la pobreza en más de 10 puntos, bajar la inflación del 25% mensual a cerca del 2% y estabilizar las finanzas públicas. Aunque al inicio hubo errores en el manejo político, los corrigió y consiguió aprobar reformas sin mayoría en el Congreso. Un punto discutible es el levantamiento del cepo cambiario, pues algunos critican que no se haya hecho antes, aunque no está claro si era viable.
P. Se ha quejado amargamente de que la derecha haya tardado en dar la batalla cultural. Ahora que ha entrado en el juego, ¿no le parece que ha imitado los peores vicios del «wokismo»: victimismo, censura, linchamiento, alarmismo permanente…?
R. No veo una cultura de la cancelación desde la derecha como la que ha impuesto la izquierda. No hay casos de profesores o intelectuales progresistas censurados en universidades, ni de autores de izquierda boicoteados por sus ideas, como ocurrió con JK Rowling o conmigo mismo, cuando sufrí ataques físicos en Suiza por parte de la izquierda. Puede haber casos aislados, pero no una tendencia sistemática. Salvo algún caso sin importancia, tampoco he visto a la derecha promoviendo leyes de censura contra expresiones artísticas, intelectuales o filosóficas. Ahora bien, si la derecha empezara a replicar esta cultura de la cancelación, yo sería el primero en condenarlo.
P. ¿No va demasiado lejos cuando dice que se ha distorsionado el concepto de derechos humanos?
R. La izquierda utiliza los derechos humanos como un instrumento de poder, no como una convicción real. Marx los rechazaba, considerándolos una invención burguesa para sostener el capitalismo. Hoy en día, sectores progresistas critican las violaciones en gobiernos como el de Orbán, pero ignoran dictaduras como la de Maduro o Castro, dependiendo de la conveniencia política. Lo mismo ocurre con el feminismo, que se usa para avanzar agendas de poder, protegiendo a abusadores cuando son aliados políticos, como ocurrió en Argentina y Chile. En resumen, tanto los derechos humanos como el feminismo son manipulados para consolidar poder, no por una verdadera creencia en ellos.
P. En «Parásitos mentales» critica ideas como la justicia social y los derechos sociales, pero ¿no es contradictorio?
R. En la conquista hubo abusos, pero la deuda la tiene América con España, y no al revés. El «buen salvaje» es un mito. Después de las desastrosas reformas de Bachelet y de la incompetencia de Boric, Chile necesita la motosierra de Milei para volver a crecer.
P. Cierto que las sociedades más desarrolladas han prosperado precisamente gracias a estos principios?
R. No prosperaron gracias a los derechos sociales, sino que surgieron después de que se generara riqueza a través del capitalismo y las reformas económicas liberales. Países como Dinamarca y Suecia se enriquecieron antes de establecer Estados de bienestar y hoy enfrentan problemas como altos niveles de deuda y fuga de talento debido a impuestos elevados. Los derechos sociales no son gratuitos; dependen del trabajo y los recursos de otros. Un derecho social es exigir que alguien trabaje para ti sin contraprestación, lo que es económicamente insostenible e inmoral.
P. ¿También el derecho a la educación?
R. La educación, como otros servicios, puede ser apoyada mediante políticas públicas, pero no debería entenderse como un derecho en el sentido absoluto. Considerarla así fomenta una mentalidad de dependencia, donde los ciudadanos esperan recibir todo sin esfuerzo ni gratitud. Si la educación es un derecho innegociable, ¿por qué no lo sería la vivienda? Bajo esa lógica, todos tendrían derecho a todo sin trabajar ni contribuir, lo que colapsaría cualquier sociedad. En lugar de derechos garantizados sin límite, la ayuda estatal debería ser temporal y enfocada a permitir que las personas se valgan por sí mismas.
P. De todos los “parásitos mentales” del libro, el DEI (diversidad, equidad, inclusión) le parece el más peligroso. ¿Por qué?
R. Porque sustituye la ética individual y la igualdad ante la ley por una ética tribal que genera conflictos entre grupos, similar al fascismo y al nazismo, que hablaba de razas. El DEI niega la existencia del individuo como base del orden social y reemplaza la razón y la verdad objetiva por narrativas de poder, siguiendo una lógica posmoderna que justifica el enfrentamiento entre grupos identitarios. Esto representa una amenaza directa al orden occidental, ya que puede erosionar el Estado de derecho, la democracia representativa y la convivencia pacífica, llevando incluso a divisiones irreconciliables dentro de la sociedad.
P. ¿Cómo ve España desde fuera, especialmente en relación al sistema de pensiones y a la narrativa sobre la historia de América, que aborda en su libro?
R. Se ve económicamente estancada, con alto desempleo juvenil, deuda pública elevada y un sistema de pensiones insostenible. El gobierno de Sánchez ha sido una catástrofe, y aunque Madrid destaca por su gestión y atracción de inversión, el país en general afronta grandes dificultades.
En cuanto a la conquista, aunque hubo abusos, la colonización española supuso un progreso moral significativo comparado con la brutalidad que existía entre los pueblos indígenas. La idea del buen salvaje es un mito. La deuda la tiene América con España, no España con América.
Lampadia