Axel Kaiser, Director ejecutivo Fundación para el Progreso
El Mercurio, 31 de octubre de 2017
Así se titula un libro publicado en Estados Unidos por el prestigioso Independent Institute. En el texto colaboran varios académicos católicos expertos en economía que abarcan diversas aristas de la visión que tiene Francisco sobre el mercado, el rol del empresario y el capitalismo global. El libro concluye que no ha habido un Papa más crítico del mercado que Francisco y que muchas de sus opiniones son formuladas sin la evidencia suficiente para respaldarlas. Así, por ejemplo, cuando el Papa critica “teorías del derrame”, sugiriendo que el sistema capitalista ha hecho ricos a unos mientras ha empobrecido a otros, los economistas católicos le recuerdan que ha sido gracias al capitalismo que la pobreza mundial se ha reducido a niveles nunca antes visto en la historia humana.
De la misma manera, cuando el Papa sostiene que la búsqueda del beneficio en las empresas contribuye a crear una “economía que mata”, Ricardo Hausmann, desde Harvard, le ha contestado -en otra publicación- que es la falta de capitalismo lo que origina la miseria de quienes tanto le preocupan.
Expresando preocupación por los dichos de Francisco, el recientemente fallecido filósofo católico Michael Novak ha escrito que Francisco opina de manera muy categórica sobre temas en los que no es experto y que carece de una buena teoría acerca de cómo superar la pobreza. En esa línea, el sacerdote católico Robert Sirico, en Estados Unidos, ha contestado a la afirmación del Papa según la cual “el dinero es el estiércol del diablo”. Para Sirico, “sería absurdo criminalizar el dinero si la preocupación sincera es el bienestar de los pobres. Lamentar la lucha de los pobres no es el objetivo final de la compasión moral. Mejorar su situación lo es. Y al menos en el nivel material, esto requiere la producción de riqueza”. Sirico fue incluso más allá, coincidiendo con el temor de Novak: “Cuando la gente no entiende la economía y los mercados -sostuvo el sacerdote-, es fácil suponer que los actores económicos exitosos se hacen ricos a expensas de otros. Esto se conoce en términos económicos como la falacia de la suma cero”.
Otra de las afirmaciones polémicas del Papa Francisco que nos alude directamente como latinoamericanos fue la relación que el Sumo Pontífice ve entre miseria y libertad económica. Según Francisco, “evidentemente, hoy día Latinoamérica está sufriendo un fuerte embate de liberalismo económico fuerte, de ese que yo condeno en Evangelii Gaudium cuando digo que ‘esta economía mata’. Mata de hambre, mata de falta de cultura”. Esta afirmación es curiosa, porque la mayoría de los países latinoamericanos se encuentran entre aquellos con menor libertad económica en el mundo según los rankings de Fraser, Heritage y todos los datos disponibles. Tan polémica fue esa afirmación del Papa, que en un país de centroizquierda como es Uruguay, el diario El País publicó un editorial en el que se preguntaba literalmente: “¿En qué planeta vive el Papa para pensar que el problema de América Latina, pululada y hundida por el socialismo del siglo XXI y sus aliados más timoratos, sufre los efectos del liberalismo económico?”.
La reacción del medio uruguayo no es, por cierto, la única que cuestionó la visión del Papa. Según un artículo del medio alemán Der Spiegel, Francisco “es el Papa más de izquierda de la historia”. Del mismo modo, luego de una entrevista en que Francisco se refirió al capitalismo global, The Economist afirmaba que “al establecer un link entre el capitalismo y la guerra, (el Papa) parece estar tomando una línea ultra radical: una que consciente o inconscientemente sigue a Vladimir Lenin y su diagnóstico del capitalismo y el imperialismo de por qué la guerra se desató un siglo atrás”. The Guardian, en tanto, publicaba un artículo afirmando que después de la partida de Obama, el Papa era “el nuevo héroe de la izquierda mundial”. En el mismo tenor, el Wall Street Journal publicaba un artículo bajo el título “Cómo el Papa Francisco se convirtió en el nuevo líder de la izquierda mundial”.
Tal vez todas estas reflexiones sean un tanto injustas, pues para entender la visión económica de Francisco hay que conocer su historia personal. Como bien explicó The Washington Post en un artículo titulado “No se puede entender al Papa Francisco sin Perón y Evita”, el Papa no es socialista, ni tampoco un partidario del capitalismo. Es, fundamentalmente, un hombre influido por su experiencia en Argentina y por el legado del general Perón. Como sabemos, el peronismo no rechaza la propiedad privada, pero tampoco cree en el mercado libre y competitivo. Lo que postula es el otorgamiento de innumerables privilegios a grupos de interés sindical y empresarial, así como un Estado que redistribuye riqueza masivamente para supuestamente proteger a los oprimidos. Los resultados de esta visión los muestra la misma Argentina mejor que ningún otro país, y no vale la pena detallarlos, pero sabemos que no son precisamente alentadores para los pobres. A pesar de lo anterior, Francisco comparte el espíritu peronista.
También es un heredero de la llamada “teología del pueblo”, que santifica a los pobres y los ve usualmente como víctimas de la opresión de las élites.
Con esa historia es difícil haber esperado que Francisco apoyara expresamente el capitalismo como lo hizo, por ejemplo, Juan Pablo II. Sin embargo, el mismo Francisco ha llamado al diálogo con los economistas, y es posible imaginar que, con el tiempo, vaya matizando su discurso y reconociendo mayores méritos al mercado en servir precisamente a los más pobres.