Cada día que pasa aparece más evidencia de que Ollanta Humala está realizando un viraje económico y político que encierra riesgos significativos para el país.
Este viraje tiene el nombre de la gran transformación, aunque aún no sea claro si solo es un cambio de etiqueta o una modificación de fondo.
Ayer, en el Día del Trabajo, Humala dijo que “la gran transformación significa darle una oportunidad a los que nunca la tuvieron, darles oportunidades a través de la educación y salud e incorporación de los servicios de luz, agua y desagüe, que es lo mínimo que la gente debe tener para construir un entorno positivo, esa es la gran transformación que tenemos que defender y continuar para sacar al país de la desigualdad”.
Nadie puede ir contra un objetivo como ese, que puede significar cualquier cosa en realidad, pero sí en los mecanismos para conseguirlo.
Las declaraciones de Humala rara vez son claras, por lo que requieren una traducción en la que son útiles las expresiones de políticas públicas que se van anunciando.
La más relevante del momento es la pretensión del gobierno de comprar los activos de Repsol, un mamarracho retrógrado que carece de sustento económico pero que sí posee un sentido político que se transmite de un modo más claro y que no es otro que expresar el viraje que se está produciendo en el gobierno.
Este viraje va a implicar un cambio en quienes hasta hoy han acompañado al gobierno. Con el Apra y el fujimorismo ya estaba peleado, y no se espera un restablecimiento por el avance de la denuncia de los narcoindultos y el stand by del indulto a Alberto Fujimori. Asimismo, no parece cercano un reencuentro con los sectores de izquierda con los que Humala empezó su gobierno y él mismo desembarcó al poco tiempo.
Pero las decisiones económicas que el presidente está tomando, al igual que las políticas –desde la posición frente a la autocracia venezolana hasta la reelección conyugal para quedarse cinco años más– marcarán un distanciamiento de otros sectores como Perú Posible y una oposición más sólida de otros, como el PPC.
Asimismo, habrá un rompimiento con sectores periodísticos e intelectuales que apoyaron a Humala desde la segunda vuelta hasta hace poco, pudiendo ser el de Mario Vargas Llosa el más notable y notorio.
¿A dónde va Humala y cuál es su nueva agenda? La respuesta aún no es tan clara pero ha crecido el riesgo de un cambio sustantivo de orientación económica, y las ganas de quedarse por más de cinco años no pueden ser, lamentablemente, descartadas, todo lo cual está perfilando, veintiún años después, el peligro de un nuevo 5 de abril pero esta vez de izquierda y usando algunos mecanismos previstos en la Constitución.