Por: Augusto Álvarez Rodrich
La República, 25 de marzo de 2021
Que armonice demanda social con la viabilidad económica.
La pandemia significó en 2020 un retroceso de una década en los indicadores sociales, y el colapso de la producción, por lo que el Perú va a necesitar en el próximo lustro político no solo una reconstrucción del país, sino la construcción de un nuevo contrato social que armonice la satisfacción de las legítimas demandas sociales por una mejor calidad de vida, con la recuperación de la senda de crecimiento económico que es fundamental para conseguirla.
Aunque es innegable la mejora en la calidad de vida ocurrida en el Perú en las últimas tres décadas, en indicadores como la caída de la pobreza, el país no era ningún paraíso antes de la pandemia. En los hospitales públicos, por ejemplo, la gente se moría esperando que le atendieran una apendicitis antes de que llegara el covid-19.
Asimismo, la actividad económica peruana ya venía aletargada antes de la pandemia, por toda la inestabilidad política del último lustro, especialmente por la imposibilidad de establecer una relación mínimamente llevadera entre un gobierno débil y un congreso prepotente. En todo esto, el covid-19 fue solo llover sobre mojado.
En el próximo lustro político, por tanto, se necesita un relanzamiento del país que armonice las justas demandas sociales acumuladas en la población, con la importancia de que se recupere la actividad económica, mediante la atracción de inversión privada.
La perspectiva para lograrlo, sin embargo, no viene bien, y la gente lo intuye. La encuesta de Datum de esta semana revela que el 75% de los peruanos cree que la economía estará igual o peor con el nuevo gobierno. Razón tienen, por lo visto en muchos planes de gobierno y candidatos con abundancia del discurso populista sobre qué hacer, pero no sobre cómo financiarlo.
Cualquiera que gane la elección, es claro que la presidencia del lustro 2021-2026 será muy débil, mientras que el próximo congreso será muy fragmentado, sin bloques que permitan una operatividad básica, y –por lo que se ve entre muchos candidatos al parlamento– mediocre y muy corrupto.
El Perú necesita con urgencia un nuevo contrato social, y aunque será difícil de conseguir con los próximos protagonistas de la política, se debe avanzar en su construcción.