Por: Augusto Alvarez Rodrich
La República, 4 de marzo del 2024
El diálogo requiere rectificación de los ‘dueños de la verdad’.
La urgencia de recuperar la capacidad perdida de dialogar entre quienes piensan distinto, sin la descalificación y el agravio que la destruye, que se necesita en el Perú para salir del entrampamiento actual, requiere que quienes tengan responsabilidad en ese proceso dejen de aferrarse a su pasado para mirar al futuro, especialmente en cuanto a los errores que cometieron.
Esto conviene en un momento como este de reforzamiento de la posición de políticos, medios y eso no muy claro que se llama ‘líderes de opinión’ (LDO), de aferrarse a lo hecho o dicho, con aire de infalibilidad propio del que se cree dueño absoluto de la verdad incontrastable, sin capacidad de rectificación, por sentir que eso los debilita en esta guerra del fin del mundo en la que quieren estar con espíritu heroico.
Sin embargo, aunque no lo crean, políticos, medios o LDO pueden errar, acaso porque lo que pensaban en un momento, con la información entonces disponible, resultó distinto a la luz de la evidencia que luego apareció.
Pero hay quienes carecen de la honestidad intelectual suficiente y requerida para reconocer errores, sea por arrogancia o por creer que eso lo debilita en su debate del fin del mundo. Son políticos, medios o LDO de lo más aburridos, que se creen perfectos y piensan que admitir el error es un deicidio.
El país, la democracia y la política serían diferentes y mejores si los políticos tuvieran capacidad de reconocer errores. De eso conversé esta semana con unos amigos interesados en mejorar la calidad del diálogo democrático.
Este columnista, por ejemplo, impelido a opinar de todo lo relevante cada día, con la información disponible, reconoció en ese grupo haber errado al respaldar al presidente Martín Vizcarra que usó la anticorrupción con los ‘cuellos blancos’ como un tramposo, y avanzó hasta la disolución del congreso; o en el apoyo a los fiscales lava jato dedicados a hacer política en vez de promover la justicia.
Reconocer errores y ofrecer disculpas, como este columnista en esos casos, ayudaría a mejorar la calidad del diálogo peruano como instrumento para salir del entrampamiento. Decir me equivoqué y ofrecer disculpas por eso no degrada. Engrandece. Y, en política, ayuda a la democracia.