Por: Augusto Álvarez Rodrich
La República, 13 de Julio del 2022
La justificación de la violación de los derechos humanos.
No debiera haber duda del papel valioso de las rondas en varios ámbitos, desde suplir la ausencia de la policía, hasta su defensa efectiva frente al terrorismo, pero la peor manera de reconocerlo es avalándolas cuando violan los derechos humanos.
Con frecuencia, las rondas abusan con castigo físico, aplicando una justicia primitiva que no respeta los derechos del acusado, con principios ultraconservadores y machistas que, entre otros aspectos, discriminan a la mujer.
Los videos de las rondas aplicando chicotazos al borracho o a la mujer que se levanta ‘demasiado’ la falda son un clásico de los noticieros matinales de TV. En los años en que trabajé en uno de ellos, nunca dejé de comentar que son formas inaceptables de justicia que podrían derivar en abusos mayores.
Como, por ejemplo, el ataque al equipo de prensa de América Televisión que estuvo en Cajamarca para investigar hechos claramente indebidos de un familiar del presidente Pedro Castillo, y que producen la legítima sospecha de constituir un hecho de corrupción, lo que justifica la cobertura periodística, así como la intervención del Ministerio Público.
Lo que hizo un grupo de ronderos –como ha sido evidente en los reportajes emitidos– fue retener indebidamente a tres periodistas para exigirles la emisión de una proclama camuflada de rectificación para defender políticamente al presidente Castillo y a su familia, con el riesgo de que, si no lo hacían, su integridad corría peligro. Lo que constituye, sin duda, un secuestro y una extorsión con fines políticos.
A continuación, la central de ronderos emitió un comunicado inaceptable que justificó la intervención, descartó que fuera un secuestro, cuestionó al periodismo –actuando como ‘ombudsman’ ciudadano, cuando en realidad lo hacía como cómplice de un delito–, y declaró poseer un territorio liberado donde pueden hacer lo que quieran.
Lo más penoso, sin embargo, es la reacción de quienes avalan este delito, justificándolo por derechos que permitirían la violación de derechos humanos, y hasta porque el periodismo no realiza correctamente su labor, reforzando la actitud de algunos sectores que se comportan como ronderos políticos urbanos que sacan su chicote.