Por Augusto Álvarez Rodrich
(La República, 11 de Junio de 2015)
Así como hay un mercado de candidatos presidenciales, está la otra vitrina, la vicepresidencial, que plantea todo un desafío para un postulante a Palacio.
Lo primero que este debiera tener claro es que la selección de sus compañeros de plancha se hace pensando en que lo ayuden a ganar la elección y no para gobernar mejor.
Un candidato vicepresidencial debe ‘adornar’ mejor al postulante presidencial durante la campaña, complementándolo en aspectos en los que ande un poco ‘flojón’.
Por ejemplo, como PPK está mayorcito, le convendría alguien joven en su plancha; como Keiko Fujimori es joven, le acomodaría alguien con canas; si Alan García arrastra el problema de los ‘narcoindultos’, le serviría alguien reconocido por su conducta intachable; y a Mauricio Diez Canseco ni se le debiera ocurrir llevar alguna bataclana en la plancha.
No hay duda: los candidatos a vicepresidente se escogen para ganar la elección y no para gobernar mejor, porque un Presidente siempre tiene la capacidad de convocar a las personas más capaces que, en una determinada circunstancia, le convenga más para su gobierno.
Lo cual lleva a la identificación del papel de un vicepresidente, el cual está claramente establecido en el artículo 115 de la Constitución: “Por impedimento temporal o permanente del presidente de la república, asume sus funciones el primer vicepresidente. En defecto de este, el segundo vicepresidente”.
Es decir, reemplazar temporalmente al Presidente en actos protocolares cuando este sale de viaje; o, definitivamente, cuando este vaca por algún criterio establecido en el artículo 113 de la Constitución.
Así, a un vicepresidente le debería quedar claro que lo único que debe hacer es llamar por teléfono a la secretaria del Presidente, todas las mañanas, para preguntar cómo amaneció este; si le responden que su salud está OK, no hay nada que hacer hasta el día siguiente a la misma hora.
Sin embargo, una cosa es cuando se postula y otra después que se gana. La incapacidad de entender lo, y la escasez de ‘ubicaína’, lleva a muchos vicepresidentes a desbordar su papel, con actitudes que mellan el poder del Presidente, lo cual es la causa principal por las que se agrian definitivamente las relaciones de este con su potencial reemplazante.
Un ejemplo de este problema complejo de ‘ubicaína’ puede ser la actual presidenta del gremio de las petroleras Beatriz Merino, que está entre quienes más esfuerzos hace para ‘vitrinearse’ como una compañera ideal de plancha, cuando en realidad sería, para cualquier jefe del Estado, un gran dolor de cabeza por su falta de ‘ubicaína’. Si dudan, pregúntenle al ex presidente Alejandro Toledo cuando la tuvo de premier.