Por: Arturo Woodman
Expreso, 24 de Enero del 2023
La Ciudad de Lima, fundada por Francisco Pizarro el 18 de enero de 1535, ha estado considerada cerca de tres siglos como la Capital Virreinal de América del Sur. En 1821 pasó a ser capital del Perú independiente. Con el advenimiento del Siglo XX, Lima inició su modernización y creció, intentando ponerse a la altura de las grandes capitales del mundo.
Actualmente, Lima es considerada en América, como la 4ta ciudad por su PBI y la 5ta más grande por número de habitantes; y una de las 30 más pobladas del mundo con 11 millones.
Conocí Lima en 1947, con una población de 800 mil acercándose rápidamente al primer millón; los tranvías eran el medio de transporte más utilizado. El centro de Lima tenía una gran red y además se comunicaban con el sur hasta Chorrillos y desde la Plaza San Martín a la Punta – Callao. Este servicio importante y económico se inició en 1878, siendo clausurado por el Gobierno en 1965.
Después de 45 años se reinició la nueva ruta de tren aéreo conectando Villa El Salvador, hasta Bayóvar, inaugurándolo el presidente García el 2011; a la fecha, está en “marcha lenta” el primer servicio de tren subterráneo, desde Santa Anita al Callao y al aeropuerto.
Lima siempre ha celebrado sus aniversarios con fiestas y espectáculos populares, pero este año se ha visto complicada por los reclamos vandálicos y destructivos de grupos del sur y los locales, para la anunciada “Toma de Lima” exigiendo más atención del Gobierno.
Olvidan que la descentralización existe desde el 2002 y sus gobiernos regionales manejan importantes fondos. Arequipa es la segunda ciudad más importante del país y Cusco, centro de turismo mundial; Puno y Tacna, con yacimientos mineros y corredores comerciales con Bolivia y Chile. En resumen, el sur es una zona minera, turística y comercial que les permite un crecimiento importante.
Aunque al igual que el resto del país, tienen un porcentaje de pobreza por resolverse, sus reclamos violentos y destructivos contra la propiedad pública y privada, bloqueo de carreteras y toma de aeropuertos, lo realizan con espíritu que el Estado cumpla con sus difíciles pedidos políticos: cambiar un gobierno democrático, realizar una constituyente para cambiar la Constitución a una sin democracia, libertad y sin derecho de propiedad privada, pretendiendo el cierre del Congreso y liberar a Castillo.
A raíz de sus protestas vandálicas, se produjo un incendio que destruyó el edificio histórico La Casa Marcionelli, pero en general se encontraron con una PNP más organizada e incentivada en defender el orden, y en cooperación con los bomberos jugaron un excelente rol.
Las autoridades no actuaron con fuerza, previsión y decisión ante la anunciada “Toma de Lima” que llevaba una connotación de guerra, coacción o amenaza de violencia y, por lo tanto, el Gobierno y el ejército no debieron permitir el ingreso de los revoltosos y destructores sureños.
Igualmente, los rectores de las universidades UNI y San Marcos no debieron permitir el ingreso a sus campus, que deben ser ejemplo de orden y respeto. Posteriormente, aprobaron su desalojo y detención de invasores, lo que permitirá tener claro quiénes son los cabecillas y financiadores de estos actos vandálicos y tener presente que “capturadas las cabezas, las colas no caminan”.
Finalmente, aunque las muertes, destrucción y pérdida del turismo son preocupantes, debemos apreciar la fortaleza de nuestro gobierno democrático, con su Presidenta Constitucional, un aceptable Consejo de Ministros, un Congreso funcionando y, sobre todo, la lealtad y apoyo de las fuerzas del orden que dan esperanza y seguridad de lograr la paz y desarrollo en unión.