Guik
Aníbal Quiroga León
Jurista. Profesor Principal en la PUCP y en la UL. Profesor en la UPC y en la Maestría de la UPSMP. Constitucionalista.
12 de diciembre, 2022
“Se ha dado una clarísima señal de que ese desbarro fue debidamente conjurado muy prontamente dentro de los propios canales institucionales y constitucionales. ¡El Perú ha ganado!”
El pasado miércoles 7 de diciembre, poco antes del mediodía, el -ahora- expresidente Pedro Castillo intentó sorprender al país con un ya manido discurso, evidentemente nervioso y notoriamente inseguro de lo que estaba haciendo, para poder obtener poderes omnímodos, gobernar por decretos de leyes (al igual que en los golpes de Estado militares de antaño), dizque para ¨convocar a una asamblea constituyente¨ -como ya había reiterado testarudamente desde que asumió el poder-, “reorganizar” al Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, la Fiscalía de la Nación y la Junta Nacional de Justicia que son las instituciones que lo acusan y lo persiguen en democracia por serios cargos de corrupción e infracciones constitucionales.
Hoy se sabe, también, que se intentó hacer detener a la mismísima Fiscal de la Nación, algunos periodistas incómodos y hacer desalojar el Congreso de la República.
Felizmente el 2022 no es el año 1992. Y aunque la escena de Castillo pareciera un deja vu con el autogolpe de Estado de Fujimori, esta vez la sociedad democrática reaccionó de inmediato, junto con una casi siempre olvidada academia y las principales instituciones públicas y se puso en contra de un nuevo intento de “autogolpe” en el primer quinto del Siglo XXI y llamó inmediatamente a las cosas por su nombre: un golpe de Estado. Al final, como reza el dicho popular los extremos siempre se tocan.
Además, casi de inmediato y como una retahíla de cohetecillos, los ministros más obsecuentes del expresidente fueron renunciando casi al unísono, al igual que el embajador ante los Estados Unidos, el adulador embajador ante la OEA y sus acérrimos defensores. Al final, Castillo se quedó solo, flanqueado con las justas con un impredecible y nada democrático ex premier Torres -sindicado como el autor del impresentable “discurso” que malamente y con tembladera -a ojos vista- leyó el expresidente en su intentona golpista. Hasta formuló su renuncia una muy inexperta y furibunda expremier Betsy Chávez, en una curiosa simbiosis de estar embriagada de un efímero poder, pero al mismo tiempo demostrando estar en estado de shock.
Al final la democracia triunfó y la solución política se dio dentro de los parámetros exactamente previstos por la Constitución. El intento golpista -más sainete que obra consolidada- fue prontamente develado en poco más de dos horas, llamándose como corresponde en la sucesión presidencial a la única vicepresidenta habilitada, la Sra. Boluarte, quien inmediatamente juramentó como nueva presidente Constitucional de la República, nueva Jefe del Poder Ejecutivo y nueva Comandante Suprema de la Fuerzas Armadas y de las Fuerzas Policiales. Dina Boluarte, conforme a la Constitución deberá -en principio- completar el mandato original de Pedro Castillo hasta julio de 2026. En principio, porque ella misma se ha puesto una rueda de molino por collar al haber admitido la posibilidad de recortar su mandato en la intencionalidad que algunos esbozan de ir hacia un adelanto de elecciones generales, lo que conllevaría una reforma constitucional que no se daría pronto ni contaría -en principio- con los votos suficientes.
Pero esa sola alegación ya ha restado una importante cuota de legitimidad de entrada al recientemente estrenado mandato complementario de la presidente Boluarte.
El show había terminado muy pronto. El telón bajó y el principal actor de esta tragicomedia, con visos de ópera bufa, había terminado donde no se imaginó jamás que iba a terminar, en la DIROES compartiendo celda con el expresidente Fujimori, a quien tanto Castillo había denostado y criticado, quien otrora fuera autor de otro malhadado golpe de Estado hace 30 años y que tantos pesares democráticos trajo para el Perú. Bien se ha dicho que “la historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”, según el pensamiento de Hegel, complementado por Marx.
¿Qué podría explicar esta suerte de “suicidio político” o de “fuga hacia adelante” del expresidente Castillo? De momento no lo sabemos, pero ciertamente hay pasiones humanas desenfrenadas que mueven al ser humano a hacer cosas impensadas y a cometer grandes yerros en su vida personal o en su vida pública; a saber: ¡el amor, el sexo, el dinero, la ambición, el odio, la venganza, la envidia y, oh!, el miedo.
Intuimos que, si se instalase una “Mega Comisión Investigadora de los sucesos del 7 de diciembre de 2022 y el intento de golpe de Estado” en el Congreso de la República, viendo desfilar a los principales actores y autores de este sainete, podremos desentrañar los principales sucesos, detalles y responsabilidades de lo realmente acontecido. En este punto, es imposible no recordar ese magnífico film de Costa-Gavras titulado “Z”, o las patéticas escenas del Comandante Tejero en el Congreso de los Diputados español en aquel 23-F de 1981, cuando finalmente el entonces Rey Juan Carlos I paró en seco otro burdo intento de golpe de Estado en la España democrática, o de la noche del domingo 5 de abril de 1992 en que Alberto Fujimori protagonizó un “autogolpe” de Estado, golpeándose a sí mismo y echándose a los brazos de una Fuerza Armada cooptada para un irregular afán político al margen de todo marco institucional o constitucional. ¿Su final? La huida oprobiosa a Brunei y Japón, su renuncia por fax, su vacancia por incapacidad moral permanente, su carcelería en Chile y en el Perú, un mega proceso penal y una condena a 25 años en la DIROES. El golpe, en el Siglo XXI, ya no paga; y nadie, en su sano juicio, siendo un verdadero demócrata, está en aptitud de bancárselo.
La Constitución, la democracia y el Estado derecho habían prevalecido y el Perú, sus Fuerzas Armadas y, finalmente, sus Fuerzas Policiales han dado una muestra de maduración, dando dos mensajes muy claros:
- Los problemas políticos deben ser resueltos por los políticos y no por las Fuerzas Armadas; y,
- En pleno siglo XXI ya no son tolerables los golpes Estado, ni las soluciones políticas que se puedan dar al margen de la Constitución.
Esto significa, qué duda cabe, un avance importante en nuestra maduración institucional, democrática y política, y la Constitución se han fortalecido. El Congreso de la República ha dado una respuesta pronta, oportuna y revalorada. Si bien es verdad que en un principio hemos dado una clara señal de desgobierno e involución institucional, todo por tratar un expresidente de salvar de mala manera sus evidentes responsabilidades penales ante el sistema de justicia del país, intentando sojuzgar a nuestra democracia constitucional a sus intereses personalísimos, no es menos cierto que también se ha dado una clarísima señal de que ese desbarro fue debidamente conjurado muy prontamente dentro de los propios canales institucionales y constitucionales. !El Perú ha ganado! Lampadia