Andrés Balta
Perú21, 18 de julio del 2024
“Mi preferencia siempre ha seguido ese pensamiento laborioso y modesto que es antiutópico y que niega la posibilidad de crear una sociedad perfecta, haciendo tanto bien —a todos— con todo eso”.
He pensado que las cosas que uno más quiere y valora suelen ser las útiles, que más trabajo y esfuerzo nos han costado. Ahora, —más cercano al liberalismo como filosofía de la realidad—, creo que mi preferencia siempre ha seguido ese pensamiento laborioso y modesto que es antiutópico y que niega la posibilidad de crear una sociedad perfecta, haciendo tanto bien —a todos— con todo eso.
Hoy soplan vientos de sueños hechos realidad; ideas utópicas que ya no lo son; sustituciones de trabajos humanos con robots; salarios universales para quienes dejen de trabajar; plataformas que conocerán de mí más que yo mismo y de cosas así. En efecto, hoy la inteligencia artificial (IA) asombra y angustia a todos, pero, como sean o vayan a ser los impactos profundos y mundiales de ella o de la hija o nieta de ella, lo fundamental es que si no somos parte de los problemas (que los habrá) no podremos ser parte de las soluciones. En esa medida, en la necesidad humana de ser protagonistas y no víctimas, tengamos muy presente la parte de la IA que nos aleja o anula de los problemas y —por tanto— de las soluciones.
De igual forma, alertemos que el propósito de cada persona no es menor y es fundamental. En mi caso, por ejemplo, no usaré IA para escribir estos artículos en Perú21 porque su valor para mí, en términos formativos, está en el costo de hacerlos y en la satisfacción del deber cumplido conmigo mismo y los lectores. Por lo demás, el acto voluntario y gratuito de escribirlos me coloca en la escasa, pero siempre bella, situación de libertad.
Que los utópicos, —que no entienden de la acción humana—, recuerden que el Titanic no fue inhundible y que la sociedad perfecta, además de espantar por inhumana, es imposible.