Por: Andrés Balta
Perú21, 11 de noviembre de 2021
“¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes!”, dijo Miguel de Cervantes.
“Todos los tiranos de Sicilia no han inventado nunca un tormento mayor que la envidia”, dijo Horacio. El poeta latino tenía claro que la envidia es uno de los mayores males que una persona puede sentir.
“La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come”, dijo Francisco de Quevedo, para decirnos que no nos deja avanzar en nuestros propósitos. Así de ruin es la envidia.
Comprendo y lamento sentirla porque nos acompaña desde los viejos tiempos de Caín. Pero no comprendo promoverla o insuflarla sin sentirla. Y menos aún, sacar provecho de ella, hincando nuestras almas o removiendo nuestras miserias.
Señor ministro, haga economía de las suyas en su fuero interno. Nosotros sabemos de sobra que, como víctimas, envidiaríamos y que, si eso nos ocurre, el populismo nos desaparece. Tema y tenga presente que la frase “Tu envidia es mi progreso” está en los mototaxis y las mentes de muchísimos emprendedores.
Más allá de la declaración premeditada de una picazón ministerial por los bienes ajenos, parafraseando a Winston Churchill digo que la furia, como la envidia, es una reacción, pero el coraje, como la admiración, es una decisión.
No envidiar y mejor aún, admirar es salud pública y liderazgo puro. Tengo muchas personas a quienes admiro y pienso que son más capaces que yo. Que alegría que así sea. Me place, tanto como a ellos, su éxito, su riqueza y su trabajo. En ese grupo está el abogado que me dijo: “Andrés, escribe sobre la envidia”.
La admiración logra los verdaderos líderes y dentro de ellos, aquellos de la oposición que el Perú merece y que, de un tiempo a esta parte, están apareciendo.