Aníbal Quiroga
Perú21, 1 de febrero del 2025
«La ausencia de verdaderos partidos políticos, la falta de una burocracia meritocrática y tecnificada en los estamentos del Estado , reglas que se van inventando al paso (…) constituyen una característica de la informalidad con la que se pretende manejar temas de Estado».
La institucionalidad en nuestra frágil democracia constitucional resulta esencial para la mejora de nuestras condiciones de gobernabilidad, de protección de los derechos ciudadanos y para el verdadero crecimiento como nación democrática.
Con el advenimiento de la constitución como regla básica de gobierno, se impuso el Estado de derecho (rule of de law), abandonándose las formas autoritarias en el manejo del Estado por una democracia basada en el derecho de las mayorías y resguardada por un texto escrito, de especial trascendencia en el control del poder, de la separación de poderes, y del control interórganos (checks and balances) llamado Constitución. Se abandonó el “government bay men”, el gobierno autoritario, por el “government by law”, el gobierno constitucional basado en la aplicación igualitaria de la ley y el respeto de los derechos ciudadanos.
Para ello el Estado debe institucionalizarse, es decir, crear institución, fomentar institución y hacer crecer la institución. Sin embargo, siempre hay regurgitaciones que pretenden hacernos involucionar a un pasado desinstitucional. Así, por ejemplo, se plantea un abrupto cambio constitucional fuera de la Constitución, como el caso de la grita, aún no acallada, de una “asamblea constituyente”, expresión que no aparece en la Constitución.
Se insiste en fomentar reglas y estamentos por fuera de la Constitución como el mal llamado “Consejo de Estado” (que no existe en la Constitución). Finalmente, se plantean disímiles fórmulas, cada una más “inteligente” que la otra, para adelantar elecciones —con un claro salto al vacío— o para suplir instituciones por el conjunto de expresidentes del Tribunal Constitucional, todas ellas con el común denominador de encontrarse al margen de la Constitución. Al margen de la institucionalidad.
La ausencia de verdaderos partidos políticos, la falta de una burocracia meritocrática y tecnificada en los estamentos del Estado (como clamorosamente se percibe, i.e., en el Congreso), reglas que se van inventando al paso, siempre al margen de la ley, cuando no de la propia Constitución, constituyen una característica de la informalidad con la que se pretende manejar temas de Estado, lo que contradice frontalmente la necesaria institucionalidad.
Cuánto cuesta el cumplir con la ley, desde la más simple del respeto a los demás, el alto en la luz roja, las de civilidad, trocadas por prepotencia, la ley de la selva, del más poderoso o la de aquel que hace lo que le provoca, sin respeto alguno. Bien había sentenciado en su día Ricardo Palma, “república peruana, donde todos hacen lo que les da la gana…” .