Aníbal Quiroga
Perú21, 15 de abril del 2025
«En los 70 leer ‘La ciudad y los perros’ en el Colegio Militar Leoncio Prado estuvo prohibido».
El Colegio Militar Leoncio Prado (CMLP) es una institución emblemática. Cumplidos 80 años, sus instalaciones han visto pasar la historia reciente del Perú, al punto de que parte de ella está magistralmente descrita en la universal novela de Mario Vargas Llosa, inicialmente titulada “La morada del Héroe”, en referencia a Leoncio Prado, pasando a llamarla “Los impostores” con la que ganó el Premio Biblioteca Breve en 1962. J. M. Oviedo cuenta que, el entonces joven escritor, no estuvo satisfecho con el título, sugiriéndole dos: La ciudad y la niebla y La ciudad y los perros. MVLl optó por el último.
Fundado en 1943 por el presidente Manuel Prado, hijo del expresidente Mariano I. Prado (quien declaró la guerra a Chile en 1879) y hermanastro del héroe de Huamachuco, brinda los tres últimos años de secundaria bajo un esquema castrense a jóvenes de 14 a 16 años que se internan como cadetes en una mixtura de escuela-cuartel, culminando sus estudios en una vida militarizada, con todas las características y complejidades para adolescentes en tránsito a la adultez.
Lo que mejor describe MVLl es que, por su estructura, el CMLP concentra todas las capas y todas las razas sin excepción. Los hay blanquiñosos, rubios, afrodescendientes, mulatos, morochos, andinos, amazónicos, chinos, nikkei y mestizos de toda laya. Como al ingresar lo primero que se hace es raparles el pelo y darles uniformes nuevos, la homogenización es absoluta. No se puede distinguir quién es de los de arriba ni quién es de los de abajo. Tampoco su lugar de origen, apenas perceptible por el acento. Sumado a la disciplina de jóvenes jugando a ser militares, constituye un crisol de razas, clases sociales y de conductas, como un microcosmos de la realidad peruana de lo que espera en sus extramuros, enfrentándolos de golpe y a muy temprana edad con la cruda realidad nacional.
En los 70 leer La ciudad y los perros en el CMLP estuvo prohibido. Pertenecía al “index” del decálogo militar. Eso la hacía mucho más atractiva, ya que descubrir el CMLP desde la descripción del escribidor, al tiempo de vivir su experiencia evadiendo una sanción, era una aventura fascinante. Se constataba que, en cada promoción, siempre había un Jaguar, un Esclavo, un Boa, un Serrano, un Teniente Gamboa, un Brigadier Arróspide o un Poeta.
Pero la realidad del CMLP trascendió a la famosa novela. De hecho, la célebre expresión “¿Qué me mira cadete? ¿Quiere que le regale una foto mía calato…?” fue lo que más quedó del imaginario de su filme, sin ser parte de la pluma del escribidor. Pertenece a la cotidianidad de su disciplina (la frase era más larga y grosera) y saltó al guion desde algunos actores excadetes (J.M. Ochoa o R. García).
Como a toda gran institución, las leyendas también rodearon al CMLP. Una de estas contaba que alrededor del 68, en su explanada se habría exorcizado la famosa novela, quemándose 500 o 1,000 ejemplares, convirtiéndose en un libro prohibido para los militares. Esto alimentó su fama de intolerantes en una época de gobiernos de facto en toda América Latina, al tiempo que creció la bien ganada fama y mérito literario de la novela. Siempre se dio por hecha la quema, pero nunca fue comprobada.
MVLl inició su consagración literaria describiendo la sociedad peruana a través de su experiencia en el CMLP. De allí seguiría su ascendente saga que le llevaría inexorablemente al merecido Premio Nobel y a la Academia de la Lengua de Francia. Un peruano inmortal.