Entrevista a Cecilia Garzón
Revista Contra poder de Expreso
Por Sol Pozzi-Escot
Ana Cecilia Garzón, más conocida como Agente “Gaviota”, fue una de los policías del GEIN que participaron en la operación que logró la captura de Abimael Guzmán, el mayor genocida que ha conocido nuestro país. Ese 12 de setiembre de 1992, “Gaviota” estuvo ahí, delante de Guzmán y otros de los más peligrosos terroristas, y vivió para contarlo. Hoy a pocos días de la muerte de Guzmán y el aniversario de una captura. “Gaviota” nos conduce de vuelta a ese día clave, el día de la captura del siglo el día que cayó Guzmán.
-¿Qué fue lo primero en que pensó al enterarse de la muerte de Abimael Guzmán?
-Pensé que nosotros lo capturamos como terrorista, y como terrorista murió. Murió Abimael Guzmán, el terrorista, el sanguinario genocida más conocido en nuestro país.
-¿Sintió algún alivio o preocupación?
-Siento alivio, sí, aunque sé que su muerte no nos va a devolver las vidas que se ha llevado. También siento preocupación, pensando en qué es lo que vendrá ahora. Él bien lo dijo: “Yo me podré morir, pero la ideología queda”. No hay terrorista arrepentido, el terrorista es terrorista.
-Conocemos lo que ocurrió el 12 de septiembre de 1992. Sin embargo, ese día fue fruto de un trabajo de años. ¿Cómo podría describir la estrategia que condujo a ese día tan importante?
-El GEIN estaba conformado por 84 agentes : 81 hombres y 3 mujeres. Requería de nuestra dedicación las 24 horas al día. Comandados por el coronel Benedicto Jiménez Baca y el general Marco Miyashiro, trabajamos como agentes infiltrados durante años, recogiendo información que fue llevando a capturas de terroristas y poco a poco fuimos llegando a Abimael Guzmán. Lo ubicamos en una zona residencial, en Surquillo, donde resultaba difícil pasar desapercibidos. Nosotros teníamos que marcar a los terroristas sin que estos nos vieran. Para eso, hicimos seguimiento de los movimientos en esa casa, de las compras hechas por una pareja de terroristas que vivía ahí, “Lolo” y “Lola”, es decir Carlos Incháustegui y Maritza Garrido Lecca. Al seguir sus movimientos, vemos que Incháustegui, por ejemplo, se iba a la panadería y compraba 30 panes, cuando esa casa supuestamente eran 2. Maritza, quien tenía como fachada una academia de ballet, se iba a comprar las cosas más sofisticadas, lomo fino, los mejores vinos…Nosotros teníamos un agente encubierto en el servicio de recojo de basura, y él recuperaba los desechos de esa casa y la llevaba a la base para análisis. El coronel Jiménez Baca, estratega, sabiendo cuáles eran los gustos de Abimael, cuáles sus dolencias, hacía el análisis.
-¿Cómo así dan por primera vez con la casa donde luego capturaron a Abimael?
– Nosotros seguíamos a un terrorista, Luis Arana Franco, quien fungía en el aparato logístico de Sendero. Tenía una academia llamada César Vallejo, y un día fue contactado por Incháustegui. Nosotros seguíamos de cerca a Arana Franco porque era él quien manejaba la plata, así que sabíamos que todo el mundo iba a llegar a él. Vigilamos entonces a Incháustegui, y nos dimos cuenta que tomaba medidas de seguridad extremas al desplazarse, lo que resultó sospechoso. Empezamos entonces a vigilar su vivienda, en Surquillo, pero no sabíamos aún qué había adentro, o quién, pero por los movimientos, sabíamos que era algo grande. Fueron 4 meses de seguimiento a partir de ahí.
-¿Qué fue lo que hizo que ejecutaran la operación el 12 de setiembre del 92, y no antes o después?
– Se habían dado las condiciones, y quien toma la decisión es el coronel Jiménez. Notábamos que estaban bastante preocupados, veíamos bastante movimiento, y sospechamos que podría peligrar la operación. En medio de esos movimientos, vemos que el 12 de septiembre llega una pareja que nunca habíamos visto, lo que nos pareció raro. El coronel Jiménez, entonces, declaró que la tormenta se había desatado. La orden era vigilar, y cuando salieran las visitas, intervenir.
-Usted ha contado que ese día esperaron por 4 horas. ¿Cómo experimentó esa espera?
– En aquel entonces yo estaba en enamoramientos con “Ardilla”, seudónimo del coronel Julio Becerra, quien hoy es mi esposo. Nos mandaron a nosotros a vigilar ya que sería más fácil que pasemos desapercibidos. Nos mandaron a la bodega a esperar que salieran las visitas para intervenir. Esperamos por 4 horas en la bodega, con unos Chizitos y una gaseosa, y fueron las 4 horas más largas de mi vida. Sí sentía miedo, porque soy un ser humano, pero sabía que no podía darme el gusto de sentir miedo. Era una misión muy importante para capturar a este sanguinario vivo. Nosotros no sabíamos qué nos iba a pasar, no saben lo que es sentirse tan cerca a la muerte.
-¿Cómo logró sobrellevar el trabajar tan de cerca con la muerte?
– Ese día teníamos la confianza de que los demás agentes del GEIN estaban alrededor de la casa, esperando el aviso para intervenir. Nosotros, como policías, estamos para brindar seguridad y tranquilidad a la ciudadanía. Si para lograr ese objetivo había que pagar con dos vidas, la de “Ardilla” y la de “Gaviota”, pues bien. Si para proteger a millones de peruanos había que pagar con nuestras vidas, pues lo hubiéramos hecho. Ese día, después de las 4 horas de espera vimos que la puerta se abría, y “Ardilla” me dice que ya es hora. Nos abrazamos fuerte, nos dimos un beso de despedida, y caminamos hacia la casa.
-¿Qué sucedió una vez llegaron a la puerta?
– Intervenimos, e Incháustegui, en un descuido de “Ardilla”, le quiso quitar el arma. Maritza hizo lo mismo conmigo, pero yo no la dejé y disparé al aire. Los redujimos, y “Ardilla” entró a la casa, mientras yo esperaba a nuestros compañeros abajo con los 4 intervenidos. Recuerdo que Incháustegui me pidió que lo matara ahí mismo, a lo que me negué, diciéndole que nosotros, a diferencia de ellos, sí respetamos los derechos humanos. De pronto, escuché “¡Cayó el “Cachetón” (Abimael)!”. Me persigné, y sentí que todo el sacrificio había valido la pena. Ahí volví a nacer.
-¿Qué sintió al ver a Abimael Guzmán?
-Vi a una persona insignificante. Él decía que sabía que lo estábamos buscando, pero yo sé que nunca pensaron que este grupo especial comandado por policías lograría capturarlo.
– ¿Por qué cree que aunque ganamos la batalla militar, la batalla ideológica contra el pensamiento senderista no ha sido igual de exitosa?
– Ha habido mucho miedo a mencionar la palabra “terrorismo”. Muchos dicen que hubo lucha social, lo cual es mentira. Lo que hubo en nuestro país fue terrorismo. Nadie quería hablar de terrorismo, pensaban que se acabó, ¿y ahora qué estamos viendo? MOVADEF es Sendero Luminoso con otro nombre. El terrorismo no desaparecerá mientras nosotros sigamos sin hablar de él.
-¿Cree que existe una posibilidad de que el terrorismo regrese?
– No sabemos qué puede pasar a raíz de la muerte de Abimael Guzmán. No sabemos cuál es la consigna respecto a algún posible sucesor. Mientras tanto, nosotros seguimos compartiendo con los jóvenes lo que fue el terrorismo, sin medias tintas. La Comisión de la Verdad no fue más que la comisión de la mentira, en nuestro país no hubo conflicto armado: hubo terrorismo.
-¿Cuál es su mensaje para los jóvenes?
– Nosotros entregamos un país pacificado, fruto de años de sacrificio y dedicación. Sí, es mi deber como policía, pero también es deber del ciudadano conservar esta pacificación. Voy a seguir trabajando para difundir esta información, pero todos tenemos la responsabilidad de velar por el país. Los jóvenes sobre todo, porque son el futuro del Perú. Depende de los jóvenes el poder salir adelante y asegurarnos de que el terrorismo no vuelva más. Un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla. Lo que pasó fue terrorismo.