Por: Alfonso Bustamante Canny
Perú21, 15 de setiembre de 2021
Soy El Pueblo, muchos invocan mi nombre pretendiendo saber lo que quiero, dónde me duele, cómo curarme y sobre todo cómo hacerme fuerte. Pero a mis 200 años sé que los que hablan por mí solo son voceros de sus ambiciones, sus odios y sus miedos.
No estoy para tolerar majaderías. Me siento mal, me ha atacado un maldito virus que ha mermado mis fuerzas y he pasado muchas noches en soledad y abandono; los que decían cuidarme no supieron hacerlo. No había hospitales ni medicinas suficientes y partes de mi cuerpo ya sin vida quedaron regadas por todo mi territorio. Para colmo me ataron de pies y manos. Yo, que necesito trabajar, no pude hacerlo. Pude salir del hoyo gracias a mis ahorros bien ganados por trabajar el campo, la mina, el mar y en las ciudades y pueblos de todo mi territorio.
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Cegado por la rabia de ver la corrupción de los que me gobiernan con los que trafican con mis partes más vulnerables y de su indolencia conmigo, me olvidé que antes de la pandemia me sentía mejor y elegí por descarte al profesor. No tanto por el partido que lo albergó, sino por creer que, viniendo de mis partes más olvidadas, él sería más sensible conmigo.
Pero cómo llegué a estar en esta situación, me pregunto. ¿Qué pasó con los que les confié mi gobierno?, ¿qué han hecho con los recursos que les entregué?, ¿con todas las riquezas de mi territorio? Y ahora por Dios, ¿qué hice?, ¿A quién le he encomendado mis cuidados?
¿Había acaso olvidado que hoy soy fuerte y tengo un aparato productivo robusto y eficiente? He recuperado la fuerza y gran parte de la dignidad que me fue arrebatada en las décadas del 70 y 80, los vecinos me miraban con admiración y los mercados financieros me dieron su confianza. Tengo la fuerza para aliviar todos mis males, los recursos económicos y las capacidades para dar oportunidades a todas las partes de mi cuerpo. Exijo que se me gobierne con eficiencia. Quiero salud física y financiera, trabajo, un mercado libre que funcione eficientemente, y donde este no alcance, que se otorguen incentivos para hacerlo más atractivo. Quiero dignidad.
Han pasado solo 50 días desde que elegí al profesor y ya los alimentos y el transporte subieron casi 20%, las clasificadoras de riesgo me bajaron la nota, lo que sin duda encarecerá el crédito para mí. Todo por la majadería de querer cambiar la Constitución, que no hace otra cosa que protegerme y por nombrar a funcionarios y ministros indeseables, plagados de cuestionamientos de corrupción y vinculación con Sendero Luminoso. ¿Es que no queda gente proba y de bien dentro de mí? ¡Profesor, reacciona! ¿No hablabas por mí?