Por: Alfonso Bustamante Canny
Perú21, 12 de Octubre del 2022
“No debemos trasladar la incompetencia de gestión pública a la actividad empresarial del Estado solo para viabilizar el sueño caviar y festinar los recursos de las empresas estatales con gastos superfluos, choferes, banquetes, viajes, etc.”.
Hay mucha confusión sobre la peruanización del apelativo político ‘caviar’, ya que ninguno de los aspirantes a caviar se siente identificado con él. Igual pasa con el corrupto, quien no percibe su corrupción como tal. Trataré de aclarar el concepto, aportando mi visión a la discusión.
Hace tiempo que la distinción entre derecha e izquierda en la política resulta obsoleta. Esto se debe a que el experimento comunista ha resultado reiteradamente fallido, ya que, lejos de eliminar la pobreza la multiplica, y solamente quienes gobiernan, gozan de exorbitantes y desproporcionados privilegios. A ellos en mi opinión, se les denomina caviares.
Surge así una clase política aspirante a caviar que postula una propuesta económica mixta, donde coexisten la iniciativa privada y la actividad empresarial del Estado, lo que difiere de la economía social de mercado, en la cual el emprendimiento privado asume el rol de generar riqueza y el Estado el de promoverlo, regularlo y fiscalizarlo.
Los aspirantes a caviar, justifican la actividad empresarial del Estado en los ‘monopolios’, refiriéndose al abuso de posición de dominio y desvirtuando la función de los organismos reguladores, quienes fiscalizan y sancionan dichos actos. A los aspirantes a caviar les parece insuficiente. Las posibles falencias de estos, entonces, no provienen del modelo económico, sino de una deficiente capacidad de gestión gubernamental.
No debemos trasladar la incompetencia de gestión pública a la actividad empresarial del Estado solo para viabilizar el sueño caviar y festinar los recursos de las empresas estatales con gastos superfluos, choferes, banquetes, viajes, etc. O peor aún con inversiones billonarias en inutiles refinerías de petróleo.
Los postulados políticos de buena fe, deben centrarse en mejorar la condición de vida de sus ciudadanos, procurando para ellos infraestructura social digna, educación y salud de calidad y orden público. Todo ello soportado por la libertad económica como modelo de creación de riqueza.
El cobarde discurso de odio que la familia Humala propala, es un ardid para ocupar un espacio radical en la política peruana y engañar así a la población con el cambio de constitución. Lo que el discurso prepotente y amenazante esconde, es a un aspirante a caviar con un desenfrenado apetito por poder y riqueza fácil, con impune corrupción, lujos y excesos, como los de Chávez, Maduro, Lula, Castro y todos los indeseables que traicionaron al pueblo con las mismas mentiras y engaños.