Alfonso Bustamante Canny
Perú21, 15 de enero el 2025
«Cuando el PBI crece entre el 1% y el 3.5% anualmente, es probable que la mayoría de las personas no sientan mejoras en su calidad de vida. Por el contrario, un crecimiento superior al 5% genera un círculo virtuoso: más empleos, mayor consumo y una dinámica económica que impulsa el desarrollo».
El crecimiento económico es una aspiración compartida, pero su vínculo con el bienestar social no siempre se percibe con claridad. Esta desconexión se debe, en parte, a factores como la desigualdad en el acceso a educación, las diferencias en capacidades individuales y el esfuerzo personal. Sin embargo, el mayor desafío radica en la velocidad del crecimiento económico y su impacto tangible en la población.
Cuando el PBI crece entre el 1% y el 3.5% anualmente, es probable que la mayoría de las personas no sientan mejoras en su calidad de vida. Por el contrario, un crecimiento superior al 5% genera un círculo virtuoso: más empleos, mayor consumo y una dinámica económica que impulsa el desarrollo.
La inversión pública, que representa cerca del 25% de la inversión total, desempeña un rol crucial en este proceso. Está destinada a satisfacer necesidades básicas como infraestructura y servicios esenciales, cuya ausencia es percibida inmediatamente como una carencia de bienestar. Si el crecimiento económico no se traduce en mejoras concretas, la población pierde confianza en su capacidad para generar prosperidad.
En este espacio hemos insistido en la importancia de mejorar la eficiencia del gasto estatal. Organismos como Confiep han propuesto soluciones para desarrollar inversiones públicas íntegras y eficientes, destacando el éxito del mecanismo de obras por impuestos, que ha permitido acelerar proyectos de infraestructura en beneficio directo de la población.
Es justo reconocer el esfuerzo de entidades como Proinversión, liderada por José Salardi, cuyo equipo trabaja incansablemente en promover proyectos de inversión multisectorial. A pesar de los obstáculos regulatorios que enfrenta, Salardi ha demostrado una visión clara sobre cómo la inversión puede traducirse en bienestar.
En la misma línea, el ministro del Ambiente, Juan Carlos Castro, merece un justo reconocimiento al haber priorizado la técnica sobre la ideología en materia ambiental y haber impulsado la simplificación de regulaciones ambientales. Su enfoque ha sido clave para destrabar proyectos estratégicos que contribuirán a nuestras metas de crecimiento.
Sin embargo, este progreso contrasta con decisiones desafortunadas de algunos líderes regionales y municipales. Para muestra un ejemplo que acabo de constatar: cualquier población en vías de desarrollo aspira a más y mejor infraestructura, y Mollendo no debe ser la excepción, sin embargo, las autoridades están destruyendo el aeródromo de la ciudad para instalar un parque de diversiones en su lugar. ¿Qué pasa por la cabeza del alcalde? Este caso merece una investigación por parte de la Contraloría.
El crecimiento económico no es un fin en sí mismo, sino un medio para mejorar la calidad de vida. Sin embargo, en nuestro país, la desconexión entre crecimiento y bienestar social sigue siendo un desafío crítico. Es momento de alinear esfuerzos para transformar el crecimiento en prosperidad tangible. Solo así lograremos que el desarrollo económico cumpla su propósito esencial: mejorar la calidad de vida de cada ciudadano.