Alfonso Bella Herrera
Para Lampadia
15 de setiembre de 2017
No era necesario llegar al extremo al que se llegó. No tenía que plantearse una confianza porque ni la coyuntura política ni la económica lo ameritaban. La verdad es que el gobierno estaba avanzando en varios rumbos –a pesar de todas las circunstancias- y la reactivación económica, que es la política pública más importante, estaba trazada y enrumbada con el proyecto de ley de presupuesto para el 2018, que fue presentado por Fernando Zavala hace una semana ante el propio Congreso, proponiendo un 10% más respecto al año 2017, y que enfatizaba el gasto en educación con un aumento superior al 8% del presupuesto general de la república.
¿Por qué entonces el gobierno sacrifico a 17 ministros, un gabinete completo, por defender a una? ¿Qué política pública tan exitosa estaba en juego? ¿Cuán perjudicial para los niños del Perú, según Zavala, era o es la salida de la Sra. Marilú Martens con más del 70% de desaprobación en su gestión?
Lo cierto es que la política educativa de este gobierno es la continuación de la del gobierno pasado. En retrospectiva estamos avalando los cinco años del gobierno de Ollanta Humala – Patricia Salas y a Jaime Saavedra- y los 13 meses pasados de PPK – donde estuvo otra vez Saavedra y también la ex asesora de este ultimo y actual ministra, Martens-.
¿En estos seis años tuvimos un resultado importante en materia educativa? ¿Si nos comparamos con otros países del mundo o de la región, estamos mejor o peor? ¿Nuestra evaluación en la prueba pisa nos da esperanzas? ¿La infraestructura educativa es una de la que podamos sacar pecho? ¿Nuestros maestros son internacional o localmente competitivos? ¿Es digna la remuneración de un maestro peruano? ¿La curricula escolar, los textos y los métodos empleados son modernos e innovadores? ¿Hay una vision?
¿Si una o más respuestas son positivas y existiese una política pública educativa, digamos exitosa, por qué es indispensable una determinada persona para que la ejecute? Y, ¿Por qué tiene que sacrificarse todo un gabinete –en medio de una coyuntura tan delicada para la recuperación económica- por sólo una persona; la señora Marilú Martens? ¿Por que la desaprobación de la ministra de educación es la mayor del gabinete Zavala?
Ahora bien, ¿Si ninguna de estas preguntas tiene una respuesta positiva entonces qué política pública en materia de educación defiende el gobierno?
Lo cierto es que si echamos una mirada hacia atrás veremos que si algo parece abandonado en el Perú ha sido la educación.
No tenemos resultados importantes en comparación con otros países, estamos en los últimos lugares hace rato, nuestra infraestructura educativa es un desastre, nuestro nivel de enseñanza bajísimo, las capacitaciones son inexistentes, las remuneraciones vergonzosas y la curricula más bien parece el resultado inorgánico de los cientos de millones de soles en consultorías pagadas por el MINEDU a ONGs y consultoras caviares que viven, y muy bien, del caótico sector educativo peruano.
Como muestra solo un botón. Los textos escolares oficiales actuales que se producen, con el dinero de todos los peruanos, creados por un ejército de “especialistas”, referidos a Historia, Geografía y Economía, y que son obligatorios para los millones de alumnos de las escuelas públicas tienen serias distorsiones en relación a la historia de la guerra que el estado mantuvo contra el terrorismo. Esos libros que se enseñan en las aulas de nuestro país usan como principal insumo y verdad las conclusiones de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, la misma que lejos de buscar la verdad, concluye con sesgo y parcialidad llamando “conflicto” a la guerra y enfocando su análisis en señalar, por ejemplo, que las causas del terrorismo fueron las brechas sociales, el centralismo y la discriminación. Haciendo loas al “Lugar de la Memoria” y, en suma, relativizando la acción criminal de Sendero y del MRTA. En los textos escolares se juzga y descalifica al fujimorismo, pero no se hace lo mismo con los delincuentes terroristas.
Eso es lo que se ha venido enseñado oficialmente en el Perú, con nuestros impuestos y con la venia o laxitud de, por lo menos, Patricia Salas, Jaime Saavedra y Marilú Martens, ministros promotores de la política educativa pública que PPK defiende, supuestamente, en beneficio de los niños del Perú.
Así que esta crisis resulta por el lado del gobierno, inexplicable. Nunca un ministro vale un gabinete, ni una situación como lo que estamos viviendo. Por el lado de la oposición, se abre una puerta de impredescibles consecuencias. Tienen una enorme responsabilidad. Dos poderes enfrentados, sin liderazgos y sin referentes presentes solo son la oportunidad para un desastre. Hay que reflexionar. El país necesita madurez y aplomo de parte de todos. La dramática hora actual es el gran reto del presente.