Por Alfonso Baella
(Expreso, 30 de septiembre de 2015)
El proyecto minero más importante del país está a punto de caer, paralizarse y pasar a formar parte de la lista de “oportunidades perdidas” donde yacen Conga y Tía María junto a otros varios más. Las razones nada tienen que ver con temas ambientales, sociales y mucho menos reivindicaciones económicas. Esto es, y hay que decirlo con todas sus letras, pura agitación, pura intencionalidad violentista y el directo y claro deseo de evitar la inversión que genera trabajo y aleja a los peruanos de la pobreza.
¿Por qué un grupo de pobladores, que han sido claramente identificados públicamente por autoridades del gobierno regional como foráneos, están azuzando y creando el caos? La razón es muy sencilla: En el caos, en el atraso, y en la violencia reinan y buscan cuotas de poder político.
El interés en boicotear ahora Las Bambas, como ayer fueron Conga y Tía María, tiene como único objetivo espantar la inversión y convertirlos a ellos –los agitadores y a los grupos que los representan y los alientan– en los nuevos caciques, los reyezuelos y en una suerte de nuevo poder dentro del estado. Eso es inaceptable.
Esto que estamos viendo debe llevarnos a la reflexión sobre qué país queremos, qué sociedad estamos dispuestos a desarrollar y sobre qué cimientos deseamos construir nuestra nación.
¿Será el Perú un país donde impere la ley y el Estado de derecho, donde la libertad y el ordenamiento sean para todos, o tendremos uno donde un grupo de delincuentes nos gobierne? Por eso no sólo hay que respaldar a la Policía Nacional sino a todas las autoridades que están buscando poner orden y hacer que lo que prevalezca sea el imperio, pero no del terror, sino de la ley.
Una reflexión adicional. Si no tuviéramos hoy Conga, Tía María y los otros proyectos paralizados por la violencia y los intereses políticos mezquinos financiados por ONG llamadas “progresistas” nuestro crecimiento sería mucho mayor. No lloraríamos por lo que pasa en China o en Europa. No seríamos imbatibles pero, sin duda, estaríamos mucho mejor; esa es la verdad. Habría más trabajo, nuestras propiedades valdrían más, no estaríamos con edificios de oficinas o departamentos sin venderse ni alquilarse, habrían más hospitales, más escuelas, más carreteras, más puentes y hubiéramos sacado a varios millones de hermanos peruanos de la pobreza y la pobreza extrema.
La inversión genera bienestar y reduce la desigualdad. Eso es algo que todos debemos entender, promover y proteger.