Por: Alfonso Baella Herrera
(Expreso, 15 de Abril de 2015)
Se acaban de cumplir los primeros 100 días del tercer gobierno de Luis Castañeda Lossio al mando de la ciudad de Lima. Conviene ver en perspectiva lo ocurrido para sacar conclusiones. Fijemos la mirada en el punto de partida de esta administración o, mejor dicho, considerando las condiciones en las que se recibió el municipio capitalino. La Administración Villarán sometió a nuestra capital al caos absoluto. Vale, por cierto, “recordar” y también “revelar” algunas cosas.
Recordar, porque fue la gestión pasada la que no pudo, en cuatro años, con el túnel Santa Rosa, con el malecón Barlovento, con La Herradura, con el puente Bella Unión y tampoco, por cierto, con los tres carriles de la Costa Verde. Y la «reforma» del transporte fue buena en intensión pero desastrosa en ejecución a un costo de decenas de millones de soles, sólo porque era parte de «su» campaña a la reelección. Recordemos la lista de “promesas” que no caben en esta columna pero sí en la memoria de quienes la despedimos con 82 % de desaprobación y 10 % en las urnas en un generoso tercer lugar. Revelar, porque la Municipalidad de Lima fue, durante la gestión de Susana Villarán de la Puente, una suerte de botín en que las «consultorías» de los allegados y el incremento inmoral e ilegal de sueldos y “otros” gastos fueron absolutamente contrarios a los intereses de la ciudad. Todavía hoy hay cuentas millonarias “sin sustento ni explicación”.
Ahora bien, que Villarán haya sido todo lo incapaz que ya sabemos sólo ha generado una ansiedad en los vecinos de la capital. Estamos cansados, molestos y a la espera de soluciones ya!
Estos 100 días de Castañeda no muestran, en modo alguno, un dechado de virtudes o aciertos. Mal en abrir un flanco de críticas al borrar los murales del centro histórico sin explicación adecuada y oportuna, mal al no comunicar contundentemente la inexistencia del proyecto Río Verde y las razones de direccionar esa inversión hacia los tres by-passes de 28 de Julio, mal en no señalar que la reforma del transporte es indispensable pero ordenando el pandemonio recibido, mal en no coordinar con el Municipio de Barranco para evitar ese tráfico infernal de la Costa Verde, y mal, en suma, por no entender que la Lima que se gobernó en el pasado no es la Lima de hoy y que sin un liderazgo palpable, mediático y presente se deja espacio a la incertidumbre.
Por eso la evaluación de estos primeros 100 días no puede ser de alegría, regocijo ni celebración. Habría que poner la bandera municipal a media asta por cómo se recibió la municipalidad.
Importa también recordar cómo llegaron Villarán y Castañeda. Ella, de casualidad. Él, luego de una derrota en la campaña presidencial del 2011 y con deseos de reivindicarse. Son dos principios bien diferentes y definitorios en la forma de enfrentar el reto que Lima significa. Villarán se pasó cuatro años tratando de aprender y nunca logró ni una obra importante, Castañeda tiene cuatro años para convertir su experiencia en mejorar el transporte, la seguridad y devolver la dignidad a nuestra capital.
A Castañeda hay que exigirle rapidez, transparencia y eficacia en la ejecución. Sin embargo es necesario diferenciar también la crítica constructiva de la resentida y la electoral, y tener los ojos bien abiertos para no dejarse sorprender por los incapaces que el mutismo alienta.
[Según información de lo smedios del día de hoy los manifestantes del by-pass trabajaron en la gestión Villarán. Que poco nivel].