El último sondeo de opinión pública presentado por GFK tiene que haber generado más de una crisis en el gobierno y no sólo por lo que se publicó el Domingo último sino porque si se analiza esa encuesta junto a la presentada por la misma GFK el mes pasado el panorama es de infarto.
La aprobación presidencial, de Marzo a Mayo, cae 9 puntos y se ubica en 44% pero la desaprobación sube 10 puntos y llega a 49% superando por primera vez a la aprobación. En el nivel socio económico A/B, también de Marzo a Mayo, Ollanta Humala se desploma y pierde 22 puntos porcentuales en dos meses, y en el NSE E donde están los más pobres y a dónde se supone apuntan los programas sociales que dirige Nadine la aprobación se evapora perdiendo 12 puntos. Por si esto fuera poco en Lima, la principal plaza electoral, la caída en la aprobación en los últimos 60 días, es de 15 puntos.
El desastre no termina allí. Siempre en el período Marzo-Mayo de este año, en la evaluación del manejo económico Humala pierde 7 puntos y en el manejo de las relaciones internacionales pierde 11. Además, cuando preguntan si el país mejorará un 36% pensaba que sí en Marzo y hoy sólo 30%.
Por eso, conociendo estas cifras y, sobre todo, estimando su proyección, el presidente ha tenido algunas iniciativas que podrían no ser suficientes. Las 7 medidas anunciadas el viernes pasado apuntan en esa dirección pero el problema ya no son sólo los empresarios ni el corto plazo. El asunto ha escalado. Cualquier analista de encuestas, con mínima experiencia, concluirá que lo peor está por venir porque la tendencia es negativa y el presidente cae sin que las principales causas de esa caída hayan desaparecido. A los temas no resueltos de Nadine y Venezuela se suman la DINI, la inseguridad, el alza del precio del pollo y el manejo económico.
La candidatura de Nadine Heredia sigue generando un enorme daño e impactará en la gobernabilidad muy pronto. Lo único que pueden hacer es salir, ambos, al frente y decir claramente: “En el 2016 ninguno de los dos seremos candidatos”.
Con Venezuela la cosa es, sin duda, más grave. Los peruanos mayoritariamente rechazan el chavismo y aún cuando el presidente le diga a su nueva Canciller que ni mencione la palabra Venezuela si la crisis en ese país se precipita, un pronunciamiento del Perú será indispensable y pondrá a Ollanta Humala entre la espada y la pared. Mientras no haya mucho lío allá puede callar, pero si Maduro cae puede arrastrar a Humala y al gobierno peruano no imaginamos hasta dónde.
El inexplicable y sideral incremento de presupuesto en la Dirección Nacional de Inteligencia, DINI, para contratar personal, comprar computadoras y vehículos es alarmante sobre todo porque la oposición insiste en que el fin es el seguimiento y el chuponeo.
La inseguridad requiere resultados y la ola de asesinatos en Lima y provincias le genera una percepción muy negativa al gobierno. Humala no aparece aquí tampoco con soluciones y menos con iniciativas concretas.
El tema económico, sin duda, se va a complicar. Como heredero el presidente no entendió lo que recibió en herencia y los que sí sabían, como Castilla, no fueron ni tan buenos como parecían ni tan convincentes como era necesario. Alguien debe explicarle al presidente que nadie va a esperarnos y que si no tomamos la iniciativa las oportunidades simplemente se esfumarán.
Lo claro es que la luna de miel ha terminado. El gobierno tiene que impulsar las cosas con verdadera seriedad y con inteligencia. La gente en las calles -sobre todo los que progresan a pesar del Estado panzón que Humala no se decide a reformar- sabe más de economía que nadie. Hay una enorme conciencia nacional sobre la importancia de seguir creciendo. Eso, nadie lo puede subestimar. Hay un solo camino y es correr pero hacia delante; y no parado sobre el mismo lugar.