Por Alfonso Baella Herrera
Expreso, 28 de octubre, 2015
A varios kilómetros de la capital, sobre un estrado en Huánuco, entusiasmado por la multitud y con “sangre en el ojo” por el adverso fallo del Tribunal Constitucional, Ollanta Humala decía: “Este es un gobierno diferente, no es un gobierno más del pasado. Hemos roto el viejo poder ancestral de poderes económicos que se reelegían con los gobiernos de turno para mantener el poder económico y seguir lucrando con las necesidades del pueblo… por eso, probablemente hayan algunos grupos económicos que están fastidiados por un gobierno nacionalista. Yo voy a gobernar para los de abajo, se los dije a los de arriba y los de abajo me eligieron”.
Sobre otro estrado en San Martín de Porres, Lima, entusiasmada por una multitud de simpatizantes y al calor del treinta y pico por ciento, en promedio, que le asignan las encuestas de intención de voto, la candidata de Fuerza Popular, Keiko Fujimori se despachó diciendo: “A mí no me interesa que el gran empresariado me respalde, porque yo tengo el respaldo y cariño del pueblo, que será quien me lleve a la victoria”.
Ambas declaraciones llaman la atención pero por razones muy distintas. En el caso del Presidente Humala es comprensible que, casi al término de su gobierno y en medio de ninguna obra importante, con 85 % de desaprobación -según GFK- ande en busca de un chivo expiatorio y diga cosas que no se ajustan a la verdad. Su gobierno ha sido y es lo más alejado de “los de abajo”. No se gobierna para los de abajo cuando se paran inversiones, cuando cae el empleo, cuando la inseguridad encierra a las familias en sus casas, cuando Essalud es un desastre, cuando la corrupción campea, cuando se destituyen a quienes investigan al poder, o cuando se agrede a la institución de la presidencia de la república permitiendo que quien no fue elegida mande y disponga a su entera voluntad. El gobierno de Ollanta Humala y Nadine Heredia ha desvalijado a “los de abajo” porque les ha hecho perder sus trabajos y ha pretendido cambiar eso por programas sociales sin perspectiva, sin futuro y sin dignidad.
En el caso de Keiko, denota una posición desconcertante. Oírla decir eso a cinco meses de la primera vuelta podría entenderse como una frase de campaña, una pose electorera, una declaración al calor de los micrófonos; todo en la dirección de ganar en primera vuelta. Sin embargo, suena soberbio y hasta sectario cuando no intolerante. Si esta frase expresa su pensamiento y lo que será su gobierno, es bueno saberlo con tiempo para que, notificados todos, tomemos nuestras precauciones.
A la luz de lo ocurrido desde julio del 2011 el papel del presidente como conductor de la nación, como facilitador y como intérprete de la opinión pública se ha convertido en crucial. Es indispensable coherencia entre la oferta electoral y el gobierno que se piensa llevar adelante. Humala se pasó su gobierno sin explicar sus giros programáticos quizá porque ofreció irresponsablemente o porque nunca creyó en ellos. Y ya vimos los resultados: transfuguismo, frustración y parálisis. Si keiko piensa ganar y gobernar sin importarle la gran empresa será bueno que recuerde que la gran empresa es también la del gran empleo, la de los grandes tributos y la de las grandes inversiones nacionales y extranjeras que traen los mayores beneficios, sobre todo, para el pueblo cuyo cariño y respaldo se busca tanto en las elecciones.
Hagamos un esfuerzo por hacer de esta campaña electoral una cruzada por explicar con sensatez los verdaderos problemas del país, los enemigos que debemos derrotar y comprender dónde están los aliados para desterrar la pobreza de nuestra patria.