Alfonso Baella Herrera
Posición.pe
15 de junio de 2016
Hay una metáfora sobre el perdón que quiero compartir con ustedes:
“Cuando alguien te hace daño es como si te mordiera una serpiente de boca grande. Curar una mordedura puede ser largo, doloroso y difícil; pero cualquier herida finalmente cierra. Sin embargo el problema es mayor si la serpiente es venenosa y deja el veneno dentro impidiendo que la herida desaparezca”.
Igual ocurre con el sentimiento que nos queda cuando uno es ofendido; más aún si la ofensa ha sido pública. Las reacciones más comunes son el deseo de venganza, el del ojo por ojo o el de buscar justicia y reparación por encima de todo. El veneno del rencor puede quedar actuando durante mucho tiempo y, por eso, la herida no cierra, el dolor no cesa durante todo ese tiempo y la vida pierde alegría, fuerza y energía. Ambos, ofensor y ofendido, si son conscientes de lo ocurrido, deben procurar resolver la situación. Vivir así es dañino y, a menudo, destruye cualquier relación.
¿Quién gana con la situación actual? Sinceramente creo que nadie. Por el contrario, pierde el país porque no sólo hay de por medio ofensas personales sino que millones de votantes se sienten, de alguna manera, agredidos e indignados. Solo quienes viven del caos y la parálisis aplauden como focas bajo la mesa.
Por eso bien hacen los líderes de colectividades políticas e institucionales que han instado a las disculpas privadas y públicas. Ese paso es indispensable. El liderazgo que todos reclamamos -y que ha estado tan ausente en el quinquenio que termina- se basa en gestos tan simples y sencillos como tener iniciativa y darle verdadero nivel a la política. Hay deberes que cumplir.
PPK tiene, en opinión de muchos medios extranjeros, el nivel de estadista para gobernar con éxito cualquier país del mundo. Pero solo y sin Keiko no podrá hacerlo. Por eso es tan importante que pase este trance y que se cuide que las serpientes no tiren por los suelos las perspectivas y los sueños que tenemos todos los peruanos. Podemos estar ante cinco años estelares o cinco más perdidos por el absurdo divisionismo.
Lampadia