Alfonso Baella Herrera
Expreso, 18 de noviembre, 2015
China está construyendo desde el 2009 -a un costo de 15 billones de dólares- un puente de 42 kilómetros de extensión sobre el mar que unirá a tres ciudades: Hong Kong, Zhuhai y Macao. Esta obra colosal permitirá que más de 50 millones de chinos se beneficien y es un ejemplo del impulso y el empuje de su economía sustentada, fundamentalmente, en el consumo interno de más de 100 millones de chinos que ingresaron en la última década a la clase media.
No es una exageración hablar del crecimiento de su infraestructura. Los enormes y nuevos edificios en ciudades como Beinjing, Shanghái o Guanzhuo son parte de la escenografía de la inversión privada y pública que no se detiene. China atrae capitales con voracidad. En muchos de los recorridos por sus principales ciudades es fácil advertir bosques de gigantescas grúas de construcción que son el preludio de más edificios, centros comerciales, autopistas, anillos viales, puentes o nuevas líneas de metro. China simplemente no se detiene.
En Xi’an, ciudad de 5 millones de habitantes, este avance contrasta con su historia. Allí están los famosos Guerreros de terracota que son un conjunto de más de 8,000 figuras de guerreros y caballos de terracota a tamaño real, que fueron mandados a construir y enterrados por el emperador Qin Shi Huang. Encontraron estas figuras de casualidad mientras hacían excavaciones para poner redes de agua potable. Hoy día este museo atrae a millones de personas diariamente.
El paseo por el rio Li, en Guilin, para quienes buscan naturaleza y relacionamiento con la cultura local, es el centro de un movimiento turístico que lleva todos los años más de 20 millones de visitantes en un recorrido que dura 4 horas y que ha organizado a toda la población. Más de 100 barcos surcan sus aguas diariamente y las villas de pescadores y los pueblos de sus riberas se han visto beneficiados con este turismo.
No es menos interesante el transporte a través de sus trenes bala. Uno puede moverse cientos o miles de kilómetros, entre las ciudades más importantes, por algunas decenas de US dólares. Es un medio de transporte que se usa cada vez más por millones de chinos que plagan sus terminales que parecen aeropuertos del futuro. Así lo chinos parecen tener la cosa clara en relación hacia donde deben ir y con quien.
Su relacionamiento con la otra potencia mundial, Estados Unidos, parece no quitarles el sueño. El martes último y al son de marchas militares ingresaba al puerto de Shanghái el destructor USS Stethem para iniciar una serie de maniobras conjuntas y bajar la tensión entre los dos países. China es la segunda potencia militar mundial pero es el que maneja mayor gasto en armamento. Sin ocultar su rivalidad histórica con Japón –que ahora y sorprendentemente ya tiene armada autorizada por Estados Unidos- se sigue preparando, con paciencia e inteligencia.
Dos semanas en China me han demostrado no solo lo poco que conocemos de este gigante mundial sino de los distorsionadas que están, intencionadamente, una buena parte de los mitos en torno a su sociedad. Me quedo con la impresión que China no va a parar y eso hace más equilibrado e interesante el mundo en que vivimos.