Alejandro Falla Jara, Socio de Bullard Falla Ezcurra+
El Comercio, 23 de agosto de 2017
Trabajar en el sector público no es sencillo. La paga es poca. Las condiciones de trabajo son malas. Hay críticas por todos lados. A eso se añade el riesgo del maltrato. Incluso si haces bien las cosas, te pueden censurar y mandar a casa sin agradecimiento alguno. Ser funcionario público se ha vuelto en los últimos tiempos una “actividad de alto riesgo”.
En ese contexto, es admirable encontrar dentro del sector público personas dispuestas a ir más allá de sus obligaciones para lograr que los ciudadanos reciban más y mejores servicios; para hacer que estos servicios se presten de manera eficiente, ahorrando dinero a los contribuyentes; para hacer que los trámites no sean absurdos y costosos para los ciudadanos.
Nadie les ha pedido que lo hagan. Nadie los ha forzado a romper la inercia de “no hacer nada”. Nadie les va a dar un aumento de sueldo o un bono de reconocimiento por el ahorro o el bienestar que su esfuerzo ha generado. Pero igual lo hacen. Solo por las ganas de hacer bien su trabajo.
Desde hace 12 años, el Premio a las Buenas Prácticas en Gestión Pública viene dando visibilidad y reconociendo a este tipo de esfuerzo. En su última edición, hace unas semanas se han premiado 19 iniciativas de un total de 222 buenas prácticas que fueron evaluadas por el jurado.
Es difícil resumirlas todas. Me refiero a una de las premiadas, la eliminación de la Tarjeta Andina de Migraciones; iniciativa a la que le dediqué algunas líneas en una columna anterior y que resume muy bien los beneficios que se pueden generar con la eliminación de trámites absurdos.
Resulta que para salir o ingresar al país nos obligaban a llenar a mano un papelito con información que el Estado o ya tenía o podía capturar de nuestros documentos de viaje (DNI o pasaporte). Llenar el papelito era un problema para los viajeros (piense en los que llegaron tarde al aeropuerto por el tráfico o en los que no tenían un lapicero), quienes además debían conservar el famoso papelito hasta su retorno o salida del país.
Pero también era una tortura para los funcionarios de Migraciones, quienes al final del día debían trasladar la información de cada uno de los papelitos a un sistema. Horas y horas debían dedicar los funcionarios a digitar la información. ¿Y qué pasaba luego con los papelitos? Eran almacenados “por si acaso” a alguna autoridad se le ocurría requerirlos para una revisión. ¿Se imaginan el tamaño del espacio desperdiciado en almacenar estos papelitos?
Se decidió hacer un cambio. El papelito ya no existe. Ahora la información se captura directamente de los documentos del viajero. Un trámite menos que ahorra costos a los viajeros y libera recursos del Estado. Si bien este cambio no asegura el crecimiento del PBI, de seguro que aumenta el nivel de felicidad de los ciudadanos, lo que ya es bastante.
Esta es una de las iniciativas premiadas este año dentro del concurso organizado por Ciudadanos al Día. Sirva esta breve nota para agradecer y reconocer a los funcionarios que están detrás de las 222 buenas prácticas evaluadas.