Este gobierno tiene la suerte de tener una oposición tan sonsa, que Keiko sea tan poco mosca, que los más avezados apristas sean solo dos gatos (Mulder y Sipán, porque Luciana es ‘mantequilla’ y el cuarto congresista aprista es un inexistente ente llamado Elías Rodríguez), que PPK sea un gringo novato (solo es vivo para sus negocios), que las mujeres Lourdes Alcorta, Cecilia Tait y Gaby Pérez del Solar estén mudas por clasistas y que el PPC sea esa malagua sin personalidad. Que una ministra de nada menos que el –huachafo e innecesario, por cierto– portafolio de “la Mujer y de las Poblaciones Vulnerables” no haya cumplido laboralmente en lo mínimo con una mujer humilde, mestiza, embarazada y soltera es un ‘boccato di cardinale’ para armar el mayor escándalo político –por principios y por realpolitik– que se pueda uno imaginar, forzando por lo menos la inmediata salida de la ministra y poniendo así contra las cuerdas a un ahora agresivo oficialismo, que ha hecho su bandera precisamente a la “inclusión social”. Encima Omonte es toledista, así que el fujimorismo podría darle vuelto a los ‘chakanos’. Pero no, nada… ¡Imagínense nomás el tremendo show que el humalismo hubiera hecho en el gobierno aprista si esto sucedía cuando la dirigente aprista Nilda Vílchez –el equivalente político a Omonte– era ministra! ¡Las portadas que hubieran sacado La República o La Primera de Lévano! ¡Los comentarios de las ONG y los blogueritos caviares! ¡O lo que hubieran hecho los izquierdistas con Luisa Cuculiza cuando ocupó el cargo años atrás! ¡Este torpe gobierno se la lleva bien fácil con esa oposición tan inepta y timorata!