Aldo Mariátegui
Perú21, 4 de julio del 2024
“Les encanta actuar como los Torquemadas, los Savonarolas, los purificadores de esta sociedad. Y también se percibe un narcisista ego arrogante en ambos…”.
El fiscal Pérez ha demostrado en su arranque del llamado caso Cocteles que trata de ser el mejor alumno y/o imitador de su maestro y guía Gorriti, tanto en los gestos como en las ideas. Ciertamente, Gorriti se expresa bastante mejor (aunque tiene también un verbo ampuloso e incluso algo más rebuscado) y no se le aprecia tan desequilibrado a simple vista como al otro, pero ambos comparten los mismos odios políticos a niveles enfermizos, como también esa conducta y actitud del fanático que se cree predestinado a imponer su justicia, de ese zelota bíblico que se cree el dueño absoluto de la verdad, el héroe de la película, la víctima de los malvados, el perseguido por los culpables, el sheriff del pueblo, el guerrero incansable y el protagonista épico, todo dentro de una epopeya personal contra ese Imperio del Mal al que creen combatir. A ambos les encanta actuar como los Torquemadas, los Savonarolas, los purificadores de esta sociedad. Y también se percibe un narcisista ego hinchado y arrogante en ambos, con mucho anhelo de reconocimiento y fama.
Posiblemente no lo sepan, pero este dúo profesa las mismas ideas de Carl Schmitt, aquel brillante teórico alemán que conceptuara a la política como una guerra eterna, que básicamente gira en torno al binomio amigo-enemigo. Y no se engañen; ni Gorriti ni su ahijado espiritual Pérez buscan la verdad ni la justicia, sino que sienten que su misión es aplastar al enemigo político que aborrecen. Y para eso no importan los medios ni las armas, pues son bastante fascistoides (Gorriti siempre usa un lenguaje militarista, lo que revela su visión eminentemente belicista del mundo), una especie de kronjurists que acuden al lawfare contra sus enemigos, sin importarle inventar supuestos delitos, como el “lavado de activos”. ¿Y quiénes son sus enemigos? Pues primordialmente los fujimoristas, los apristas y el empresariado, al que detestan por sentirle condescendiente o cercanos a estos. Y también a quien se les ponga por delante.