Perú21, 20 de setiembre de 2018
No se necesita ser astrofísico para percatarse de que ya Vizcarra comió de la higuera de Pizarro y bajo su embrujo está intentando posicionarse como candidato para 2021, candidatura que los caviares (aunque se guardan otras bazas, como Guzmán), gran parte de la prensa (ahora es un ‘rockstar’ para La República y otros. Meses antes era el “traidor a PPK”… ¡Hoy hasta es un “caudillo institucional”!) y los enloquecidos coleguitas fujicaviares apoyarían entusiasmados. No faltará el Eguiguren, el Pedro Cateriano o la Patricia Donayre de turno que le haga una “interpretación auténtica”, el Vargas Llosa que le apadrine y ya está. Es que si no albergase dichas ambiciones, Vizcarra solo se hubiera limitado a llevar la fiesta en paz y el buque a buen puerto. Pero el estallido de los audios le ha dado un leitmotiv existencial en lo político y un buen pasto para la demagogia, esa que funciona muy bien en un público más iracundo y aún menos reflexivo de lo usual. Además, las colosales torpezas de los fujimoristas le vienen ayudando mucho. ¡Ojalá Vizcarra hubiera usado esa energía para sacarle al Congreso una reforma laboral! ¡Ojalá se hubiera concentrado en solucionar el serio problema que tenemos con la declinante producción de petróleo en lugar de sacar ese esperpento de ley, donde Ambiente se ha impuesto a un débil MEM! ¡Esas son prioridades! Pero cojudeces como la no reelección de congresistas o la bicameralidad venden. Y el fujimorismo fue tan estulto que no aprovechó para, de su parte, sumar reformas electorales de real calado al referéndum, como el voto voluntario y la eliminación del voto preferencial. ¡Qué ‘país’!
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