Perú 21, 24 de junio de 2016
Ya ni hablemos de Venezuela, un país riquísimo que está pasando hambruna y asfixia de libertades por culpa de la izquierda. Ya ni hablemos de Brasil o Argentina, donde la otrora izquierda gobernante se pasó de ratera. Hablemos hoy de la aún menos deteriorada Nicaragua, en vías de ser una dictadura abierta. ¿Por qué Verónika Mendoza, los NAK y la izquierda peruana no marchan y protestan respecto a que las elecciones de noviembre próximo en Nicaragua van a ser con un candidato único porque el sandinismo del presidente Daniel Ortega, que tanto admiran y defienden, ha vetado la postulación opositora? ¿Por qué los antifujimoristas locales no rechazan que ese mismo Ortega ya se haya reelegido abusivamente en el 2011 y haya controlado a la mala los poderes judiciales y electorales? ¿Por qué a Marco Arana no le inquieta que en Nicaragua se esté gestando un gigantesco crimen ecológico con la destrucción del inmenso lago Nicaragua para construir una ya innecesaria vía interoceánica? ¿Por qué Nelson Manrique no critica al sandinismo por haberse convertido en la mafia familiar de Ortega y su esposa Rosario Murillo?
Al final de todo, Fujimori ha resultado en corrupción un bebé de teta al lado de las bandas de Maduro & Chávez, Cristina & Néstor, Dilma & Lula y Daniel & Rosario. Pero claro, la Mendoza y nuestra izquierda local jamás les van a criticar: el doble rasero.
Esta izquierda, de cuyas filas precisamente provinieron las bandas asesinas MRTA y SL, reclamando esta ley de desaparecidos para buscar gente que no estaría muerta y desaparecida si esas estultas ideas violentistas de izquierda (“la lucha de clases”, “la toma violenta del poder”, “la violencia es la partera de la historia”, etc.) no se hubieran aplicado en el Perú.