Por Aldo Mariátegui
(Perú 21, 30 de Abril de 2015)
¡Bachelet es una maravilla! Como escribí antes, ¡Cáceres, Grau y Bolognesi la aplaudirían! ¡Gracias a Dios, esta mujer no cesa de destruir sistemáticamente a nuestro rival Chile con sus insensateces! No solo ha subido absurdamente impuestos, desmoronado la educación privada, vuelto aún más rígida la legislación laboral y enterrado un sistema electoral cuerdo (que más les acercaba a la estabilidad inglesa y que ahora les volverá una Italia desestabilizada), sino que acaba de anunciar una nueva Constitución, seguramente como “fuga hacia adelante” en su desesperación de tapar las raterías –de las cuales muy probablemente estaba al tanto– de su hijito (y seguramente también por esa soberbia tan sudaca de pretender ser una “refundadora de la República”). Si ya la inversión privada y el crecimiento en Chile venían frenados por los disparates anteriores, una estupidez innecesaria como la anterior –que abre una caja de Pandora, porque vaya uno a saber qué tonterías meterán los políticos demagogos como ella como “derechos constitucionales”– va a paralizar ese país, para regocijo de nosotros, sus rivales. ¡Estamos hablando del inesperado cambio del manual de reglas de juego de una nación, que es la Constitución!
Chile nos hizo creer en algún momento que algún país sudamericano podía salir del tercermundismo, pero han resultado unos sudaquitas tropicales más, entre la corrupción general de sus políticos y la necedad demagógica de Bachelet. ¡Qué bueno! Aún podremos acortar alguna distancia (aunque aquí Chile cuenta con virtuales colaboradores locales importantes para dañarnos, como Arana, los rojos y los pobladores arequipeños y cajamarquinos que se oponen a Conga y Tía María).