Por: Adriana Tudela
Expreso, 10 de enero de 2021
El manejo de la pandemia por parte del gobierno de Martín Vizcarra ha sido, de lejos, uno de los peores a nivel mundial. Gracias a la incapacidad de su gestión para hacerle frente de manera mínimamente razonable a la crisis sanitaria, el Perú está entre los primeros países del mundo en número de fallecidos y somos probablemente el país cuya economía más ha sufrido.
Excusándose en las brechas que venimos arrastrando hace varias décadas, Martín Vizcarra no tuvo la decencia de hacerse responsable por las malas decisiones de su gobierno, el cual no pudo adquirir mascarillas, pruebas moleculares, camas UCI, balones de oxígeno y ni siquiera tablets de manera oportuna. Por ese motivo, hoy estamos enfrentando la segunda ola del coronavirus sin estar significativamente más preparados que cuando enfrentamos el inicio de esta terrible pandemia.
Su gestión dejó tanto que desear, que la única “estrategia” que nos planteaba el gobierno vizcarrista a fines del año pasado era sentarnos a esperar la llegada de la vacuna. Es así que el hecho de que el Minsa no haya sido capaz de concretar su compra fue sólo la cereza de una trágica torta.
En el colmo de la desfachatez, Vizcarra pretendió hacernos creer que la responsabilidad por no haber firmado la compra con Pfizer la tenía el Congreso por vacarlo en noviembre, cuando el hecho es que el Minsa liderado por Pilar Mazzetti debió haberla adquirido mucho antes de que eso ocurra. Incluso el Comando Vacuna venía alertándonos de las inexplicables demoras en las que incurría el gobierno varias semanas antes de que el Congreso destituyese al ahora candidato al Congreso por Somos Perú.
Sin embargo, cuando pensábamos que ya no era posible mayor descaro, luego de que se anunciara que el gobierno de Francisco Sagasti había adquirido la vacuna china, Vizcarra declaró que si la compra se había llegado a concretar, era “gracias a todo lo que hicimos en mi gobierno”. Como si haber adquirido la vacuna china porque no nos quedaba alternativa y a un precio más caro, siendo menos efectiva que la Pfizer, fuese algo de lo cual sentirse orgulloso.
Resulta increíble cómo el ex presidente logra superarse día a día. No le bastó con construir la totalidad de su capital político a punta de querer pasar por encima de la Constitución de manera sistemática, de minar nuestra ya débil institucionalidad y de hundirnos en un nefasto populismo del cual nos costará muchísimo salir. Ahora también promueve con un oportunismo grosero convocar a una Asamblea Constituyente para cambiar la Constitución del 93, lo cual significaría un freno en seco para nuestra recuperación económica.
Queda claro que lo último que le preocupa a Vizcarra es el bienestar del país. Es capaz de recurrir a cualquier pretexto, por más descabellado que sea, con tal de salir bien parado y evadir su responsabilidad como mandatario.
También es capaz de promover cualquier medida, por más dañina que sea, para seguir cultivando una tóxica popularidad que no cumple otra finalidad que la de evadir la justicia que ya lo empieza a acechar.