Poco se sabe en el Perú de la exitosa y profunda reforma económica, política y administrativa que llevó a cabo Nueva Zelanda, como política de Estado, desde 1985. Esta reforma, considerada como “uno de los episodios más notables de liberalización que puede ofrecer la historia”, fue impulsada por el partido laborista de la izquierda.
Los años 80´s no solo fueron duros para el Perú y América Latina. Como consecuencia de un Estado benefactor insostenible, políticas públicas proteccionistas de larga data, una economía sin incentivos para generar riqueza y una burocracia estatal ineficiente, Nueva Zelanda aterrizó en la década de los 80’s arrastrando una crisis económica y política que demandaba a gritos reformas radicales en el modelo económico y en la administración pública.
El contexto previo
Entre 1950 y 1985 Nueva Zelanda registró la tasa de crecimiento más baja entre las economías de la OECD, creciendo menos de la mitad del promedio de estos países. De ser el quinto país más rico del mundo en 1950, pasó a ocupar el vigésimo lugar en el año 1985, a pesar de su extenso “Estado de Bienestar”.
Estos resultados se pueden entender porque Nueva Zelanda era considerada la economía más protegida de la OECD. En efecto, desde 1950 existían extensos controles de precios y, en promedio, un quinto de todos los productos de consumo tenían precios fijados desde el Gobierno; las empresas nacionales tenían protección frente a la competencia de las importaciones; el mercado laboral tenía una pesada regulación basada en criterios redistributivos antes que en productividad; y abundaban numerosas empresas estatales mal administradas, entre otras agudas distorsiones. La crisis que venía arrastrando el Estado neozelandés se agravó fuertemente con el ingreso de Gran Bretaña a la Comunidad Europea, lo que redujo fuertemente sus exportaciones a ese país (que alcanzaban el 70% de las exportaciones totales), así como por la crisis petrolera del 1973, y el incremento de la deuda pública para financiar programas sociales y el gasto en pensiones, que llevó al país a un déficit fiscal de 7% del PBI a comienzos de los 80’s. La crisis fue de tal magnitud que el Gobierno del Partido Nacional tuvo que convocar elecciones anticipadas en julio de 1984. Estas elecciones las ganaría el partido Laborista de izquierda.
La “Gran Transformación”
A partir de 1985 Nueva Zelanda se embarcó en un extenso proceso de transformación que no solo incluyó las “tradicionales” reformas de primera generación asociadas a la apertura comercial, privatización de empresas públicas, simplificación del sistema tributario, eliminación de subsidios a la industria, liberalización de precios y salarios, flexibilización del mercado laboral, reducción del gasto público y disciplina monetaria, ya que el plan de reforma contempló también una profunda metamorfosis en el sector público, principalmente, en el Poder Ejecutivo.
El servicio público de Nueva Zelanda funcionaba con fuertes rigideces burocráticas y los funcionarios públicos gozaban, prácticamente, de estabilidad laboral absoluta. Los Directores y jefes llegaban a sus cargos por criterios de antigüedad antes que por méritos. El sector público se percibía como lento y costoso, y uno de las principales preocupaciones derivaba de la ineficiencia en la utilización de los recursos públicos, debido a la falta de transparencia y rendición de cuentas. Así, entre 1988 y 1989 se promulgan dos leyes claves (la State Sector Act y la Public Finance Act – ley del sector estatal y de las finanzas públicas), que tuvieron como objetivo lograr mayor transparencia en la gestión, otorgarle a los gerentes públicos mayor libertad para cumplir sus metas -incluyendo mayor flexibilidad en el manejo de sus recursos humanos y financieros-, y una orientación hacia el logro de resultados. El Gobierno logró además introducir un sistema de incentivos basado en bonos de desempeño o la posibilidad del despido ante los malos resultados. Las regulaciones laborales en el aparato estatal se empezaron a regir por las mismas normas que en el sector privado, acabando con la estabilidad absoluta. El nombramiento de los gerentes se empezó a realizar por un periodo fijo, que no coincidía con el ciclo electoral, para separarlo del proceso político.
Todas las evaluaciones de la experiencia neozelandesa indican que se registraron importantes ganancias en productividad y eficiencia, y que la reforma del Estado fue un gran éxito. Como señaló el ex embajador neozelandés Darryl Dunn, en una entrevista para El País de Montevideo, Nueva Zelanda cambió en “las actitudes hacia las instituciones del Estado, en el sentido de darse cuenta de la necesidad de reformas”.
Es rescatable que al margen del color político, Nueva Zelanda haya podido construir un consenso entre el Partido Nacional, de derecha, y el Laborista, de izquierda, para hacer de esta profunda reforma una política de Estado perdurable.
Nueva Zelanda ha sido visitada innumerables veces por misiones de muchos países de la tierra desde la década del 90´ para evaluar el diseño, implementación y resultados de esta gran reforma de Estado. Como hemos manifestado en Lampadia, el Perú tiene la necesidad de emprender importantes reformas en educación, institucionalidad, infraestructuras y clima de inversión, todos temas en los que Nueva Zelanda descolla a nivel mundial y tiene mucho que enseñarnos. 25 años después de la transformación de Nueva Zelanda, creemos que sería de extrema utilidad organizar visitas de estudio, del sector público y del privado, para recoger los elementos políticos y técnicos que hicieron posible el gran salto hacia la prosperidad de este país. Lampadia