Pablo Bustamante Pardo
Expresidente de IPAE
Director de Lampadia
Todos los políticos prometen, de boca, ser presidentes de todos, de los que les votan y de los que no lo hacen. En el caso de Alberto Fujimori, con esa apoteósica despedida de miles de ciudadanos de a pie en su velorio, ha demostrado que él fue un presidente para todos, especialmente para los más pobres, de los que vivían y sufrían el Perú en las lejanías, en los pueblos más pequeños, a los que visitó y otorgó alguna obra, por más pequeña que fuera.
Y así se lo dijo su hija Keiko en el responso: “Eres Libre del odio y la venganza, … eres Libre para que vuelvas a volar a todos esos pueblos lejanos que tanto amaste”.
Todos hemos quedado sorprendidos de los miles de testimonios de ciudadanos de todas partes del Perú, testimonios sentidos y plenos de autenticidad: “Traigo el saludo de mis abuelos y de mis padres, que te agradecen por permitirnos vivir el Libertad”.
Por primera vez hemos visto en los medios nacionales, los testimonios de las víctimas del terrorismo.
Y es que el legado de Fujimori en la vida de millones de peruanos es inmenso. Muchos han querido olvidar lo que significó bajar la pobreza de 60 a 20%, lo que significó la derrota de los traidores del terrorismo y sus adláteres, lo que significó para los norteños la paz con Ecuador, lo que significó ser parte de esa nueva clase media emergente, lo que significó el rescate de los rehenes en la embajada de Japón, lo que significó alcanzar un empleo decente en las regiones detrás del regreso de las inversiones privadas en el agro, la minería y el turismo.
Un hombre que no conocía ni entendía de la economía de mercado, supo aprender, supo elegir colaboradores íntegros y capaces para impulsar al país con firmeza hacia el crecimiento económico y el bienestar. Ahí tenemos entre otros, a Juan Carlos Hurtado Miller, Jaime Yoshiyama, Carlos Boloña, Jorge Camet, Fritz Dubois y Alfredo Jalilie.
Un hombre más práctico que intelectual, supo dejar, como dice Jaime de Althaus, un legado ideológico en la Constitución de 1993, en su capítulo económico, que optó por la inversión, el empleo y el crecimiento, por la autonomía del Banco Central, por la desregulación de la economía, eliminando esa discrecionalidad caprichosa en la fijación de múltiples tipos de cambio, de tasas de interés y de aranceles a la medida de una terrible plaga de corrupción administrativa.
Sin lugar a dudas, sus grandes aciertos estuvieron acompañados de grandes errores. En mi opinión, el balance de su gobierno sigue la ley de Pareto, 80% bueno y 20% malo.
Sin embargo, fue condenado con saña y mala leche, como si hubiera sido más bien, un 20/80, sin pruebas, simulando delitos de lesa humanidad, ‘como era el jefe, tenía que saber’.
No voy a enumerar acá sus errores. Para eso están sus enemigos y los ingenuos, las víctimas de los relatos de demonización que vienen, ya sea como dice Máximo San Román porque “Hay muchos resentidos sociales en esta polarización”, o porque Fujimori les arrebató a las izquierdas, la agenda social y política con la que empobrecieron el Perú durante 30 años.
Desde mi rol en Libertad, colaborando con Vargas Llosa en 1990, hice todo lo posible para que Fujimori no se hiciera con el gobierno. Fracasé. Pero tengo que reconocer que gracias a Alberto Fujimori pudimos acercarnos a un país con futuro.
¡Descanse en Paz Presidente!
Hoy nos toca superar nuestras diferencias y revalorar las bases programáticas de nuestro desarrollo para luchar por darle a nuestra población, la posibilidad de ser ciudadanos del mundo, desde el Perú.
No podemos permitir que nuestros pobres queden fuera de los circuitos de bienestar del mundo de nuestros días.
¡Unión, Visión, Enfoque y Acción!!!
Lampadia