Estonia es un pequeño estado báltico con sólo 1.3 millones de habitantes. Pero, en las últimas décadas, este país ha renovado su sistema para adaptarse a las startups. Ahora, es un país europeo con un futuro brillante.
Cuando Estonia recuperó su independencia en 1991, después del colapso de la Unión Soviética, menos de la mitad de su población tenía una línea telefónica. Dos décadas más tarde, es un líder mundial en tecnología. Los geeks estonios se han incentivado a desarrollar código después del éxito de Skype y Kazaa (una red de intercambio de archivos temprana). Tiene el récord de startups por persona. Sus ciudadanos pagan su estacionamiento con sus teléfonos móviles y tienen sus registros de salud almacenados en la nube digital. La presentación de una declaración de impuestos anual en línea, como el 95% de los estonios, tarda unos cinco minutos. ¿Cómo desarrolló el estado báltico más pequeño una cultura tecnológica tan fuerte?
La fundación se estableció en 1992 cuando Mart Laar, primer ministro de Estonia, levantó su débil economía. En menos de dos años, su administración (con una población de una edad promedio de 35 años) le dio a Estonia un impuesto plano a la renta, libre comercio, liquidez y privatización. Las nuevas empresas se pueden registrar sin problemas y sin retrasos, un estímulo importante para el desarrollo de nuevas tecnologías. Estonia construyó un sistema digital propio.
Estonia está decidida a establecer fuertes relaciones con sus clientes en el mundo de los negocios. Ha atraído muchos inversionistas en los últimos años al convertirse en el primer país en ofrecer un sistema electrónico de residencia para personas que quieren iniciar negocios remotos. Esto permite a la gente aprovechar las oportunidades fiscales que trae Estonia, junto con la seguridad de un país con buena reputación para proteger los intereses de las empresas.
El sistema de ‘residencia electrónica’ permite a las personas establecer cuentas bancarias, utilizar direcciones físicas, registrar empresas y firmar digitalmente contratos en Estonia. Es relativamente fácil de obtener, lo que lo hace perfecto para los extranjeros que quieren establecer una empresa en Europa.
Estonia no ha revolucionado solo los negocios. Su sistema educativo está llegando a ser más competente y el gobierno se está dando cuenta de que muchos jóvenes van a buscar mejores oportunidades en EEUU y en otros países. Por lo tanto, para detener la fuga de cerebros, han implementado una serie de políticas en los últimos años para facilitar la configuración y administración de empresas. Han cortado la burocracia y eliminado gran parte de las trabas burocráticas que sufría el país durante la época soviética y los años inmediatamente posteriores a la independencia.
En 2000, cuando el gobierno declaró el acceso a Internet como un derecho humano, la web se extendió en todo el país. El Wi-Fi gratuito se convirtió en algo común. Le siguió el sector privado: la venta de Skype a eBay en 2005, por US$ 2,600 millones, creó una nueva clase de inversionistas estonios, que consiguieron ingresos por decenas de millones de euros de sus participaciones – y han estado utilizando sus experiencias y sus inesperadas ganancias para crear un hub tecnológico.
Hoy en día, Tehnopol, un centro de negocios en Tallin, la capital de Estonia, alberga a más de 150 empresas de tecnología. Según Taavet Hinrikus, el primer empleado de Skype y cofundador de TransferWise (un servicio de transferencia de dinero entre pares cuyos clientes están repartidos por toda Europa y América), el pequeño mercado interno del país se ha visto obligado a pensar globalmente.
Estonia ha tomado un camino único y prometedor. Haciendo elecciones claras, facilitando la inversión y simplificando las cosas, han logrado resultados impresionantes en un período relativamente corto.
Ahora compartimos un pequeño video que explica y resume la gran revolución de Estonia, una vez fuera de la órbita soviética:
Transcripción
Traducida y glosada por Lampadia
Imagine planificar el inicio un nuevo país completamente desde cero. Libre de cualquier sistema económico preexistente, leyes tributarias o gobierno formal. Un país en bancarrota, con su futuro y dirección completamente en manos de su pueblo. Esa es la historia de Estonia.
Era 1991, la Unión Soviética acababa de derrumbarse y Estonia acaba de recuperar su independencia. Pero con pocos recursos y una pequeña población, el país tuvo que encontrar un camino a seguir y, con el inicio de Internet, los líderes de boom decidieron invertir y construir una sociedad electrónica. El primer proyecto fue Tiigrihupe, que tenía como objetivo colocar computadoras e Internet en cada escuela y consiguió que los estonios estén en línea rápidamente. A finales de los 90, todas las escuelas estonias estaban en línea. En 2000, Estonia se convirtió en el primer país del mundo en declarar el acceso a Internet como un derecho humano básico y hoy en día los estonios están conectados en línea a través de una identificación móvil.
«Podemos hacer de todo utilizando la tarjeta de identificación: Podemos votar en línea, en las elecciones. Podemos declarar nuestros impuestos. Podemos registrar negocios. Podemos hacer escuelas electrónicas, policías electrónicos, gabinete electrónico. Lo que sea. Y todos están bastante acostumbrados a eso».
Todos estos datos personales están protegidos por una tecnología llamada blockchain, una red descentralizada con innumerables canales que es extremadamente difícil de hackear. Y como respaldo, Estonia creará la primera embajada de datos del mundo en Luxemburgo. Una instalación de almacenamiento para albergar una copia de seguridad completa de los datos de Estonia que será capaz de reiniciar el país en caso de un ataque cibernético. El resultado es un país que funciona como una start up tecnológica. Estonia enseña a los alumnos de primer grado a codificar. Tiene la banda ancha más rápida del mundo y el récord de la mayor cantidad de startups por persona. En 2003, dos amigos estonios crearon Skype, la aplicación de video-llamada. Se vendió a Microsoft en 2011 por US$ 8,500 millones, pero en lugar de llevarse el dinero, los ex Skypers re-invirtieron en Estonia. Lanzaron nuevas startups y fundaron un venture capital con su riqueza.
El proyecto principal de Estonia es la creación de su futuro y, cada vez más, su negocio principal. Con la introducción de los e-residentes, Estonia espera invitar a los empresarios a invertir en el país.
«Cada persona en todo el mundo puede solicitar y obtener esta tarjeta de residencia electrónica. De la misma manera que los estonios lo han estado haciendo durante 17 años. Usando esa tarjeta, los residentes electrónicos pueden establecer una empresa, establecer cuentas bancarias, abrir diferentes cuentas de paypal y de esa manera pueden organizar y administrar remotamente su empresa, completamente en línea”.
Hasta ahora, sólo 18,000 personas se han inscrito, pero algunos creen que con 10 millones de residentes electrónicos pagando 100 dólares al mes cada uno, Estonia ni siquiera tendría que imponer impuestos a sus ciudadanos. Es ciertamente un objetivo ambicioso. Sólo un lugar que empezó de nuevo desde cero podría imaginar reinventar la idea de un país como un lugar donde la gente podría sentirse en casa tanto en línea como donde realmente viven. Veremos si el resto del mundo sigue su ejemplo. Lampadia