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Pedro Paulet
[1874-1945]
“Si de las artes aplicadas pasamos a las producciones técnicas, todo ingeniero nacional o extranjero, todo industrial o agricultor, todo constructor y empresario sincero, nos dirá que faltan brazos para secundarlo. En mecánica, electricidad y química, para el manejo de las máquinas, de las corrientes físicas y de las transformaciones de la
materia, se necesitan ingenieros diplomados, se necesitan también obreros de escuela.”
Revista “Prisma”, 1904
Pedro Paulet Mostajo nació en Tiabaya, Arequipa, el 2 de julio de 1874, hijo de Pedro Paulet y Antonieta Mostajo. Es uno de los más importantes innovadores peruanos y uno de sus más trascendentales inventores, siendo considerado pionero de la aviación aeroespacial. Paulet queda huérfano a los tres años y es acogido por su tío, el abogado Francisco Mostajo. Desde niño se siente atraído por las máquinas, los ferrocarriles y los fuegos artificiales. Se sostiene que a los 12 años ya fabricaba sus propios castillos de primitivos cohetes luminosos y a los 15, auxiliado por pirotécnicos profesionales, fabrica cohetes propulsados por cámaras más complejas.
A los 17 años, en 1892, ingresa a la Facultad de Letras y de Ciencias de la Universidad de Arequipa, egresando de ambas con el grado de Bachiller. El gobierno peruano, al tanto de sus habilidades, le otorga una beca para estudiar ingeniería y arquitectura en la Universidad de la Soborne de Paris. En ese centro de estudios conoce a importantes científicos de la época, entre ellos a los científicos Pierre y Marie Curie. De sus estudios sobre cohetería concluye que el propulsor más adecuado para el desarrollo de los motores impulsores es el combustible líquido. En 1895 Paulet diseña lo que denomina avión torpedo o autobólido, una nave aeroespacial impulsada por motores a reacción, de despegue vertical, basada en principios totalmente novedosos para la época, tanto en materiales, mecanismos de propulsión como en sus sistemas de navegación. Al mismo tiempo desarrolla el motor Paulet de propulsión de combustible líquido.
En 1897 construye un cohete con motor de propulsión de 2.5 kilos de peso y un empuje de 90 kg impulsado por una combinación de peróxido de nitrógeno y gasolina. Debe abandonar sin embargo sus experimentos, porque es denunciado a la policía por causar ruidos molestos en el vecindario y por la sospecha de que fabrica artefactos explosivos con fines anárquico-terroristas.
En 1900 el gobierno peruano, satisfecho de la manera en que Paulet ha asumido sus estudios en Europa, lo asimila al cuerpo diplomático del Perú y lo asigna como cónsul en Paris. Ese mismo año en esa ciudad diseña una girándula de propulsión, que es una rueda que gira por el empuje de reacción de cohetes adheridos a ella. Paulet es de los primeros en pensar en la posibilidad de incorporar una girándula a una nave espacial como medio de propulsión. Dos años después, en 1902, es nombrado cónsul general en Amberes, lugar donde culmina el diseño de su avión torpedo.
En 1904 es nombrado Director de la Escuela de de Artes y Ofcios del Perú, de la cual es fundador. Paulet traslada al nuevo instituto los sistemas de estudio europeos con los que estaba íntimamente familiarizado y convoca para el cuerpo de profesores a los más destacados ingenieros del medio. Simultáneamente Paulet funda y dirige un semanario titulado Ilustración Peruana, cuyo lema es “Artes, Letras, Ciencias y Deportes” que, siendo semanario de actualidades, hace notorio énfasis en la información científca de su época.
Es en Ilustración Peruana que el escritor Abraham Valdelomar publica algunos de sus primeros cuentos. Ilustración Peruana difunde igualmente los avances que en la aeronáutica están realizando intrépidos pioneros en el Perú, tales como Carlos Tenaud que, en 1908, construye el primer monoplano del país, diseñado en la Escuela de Artes y Oficios en la que el aviador también colabora.
Dada su innegable vocación aeronáutica Paulet apoya y difunde, a través de su revista, los espectaculares acontecimientos de la aviación peruana en sus inicios. Colabora en la fundación de clubes de aviación, especialmente de la Liga Pro Aviación que contribuye en la organización de los primeros vuelos aéreos en el Perú y apoya a los intrépidos inventores-pilotos que aparecen en el Perú como Carlos Tenaud y Juan Bielovucic.
Hacia 1910 Pedro Paulet regresa a Europa y se instala en Londres, en donde cumple funciones diplomáticas pero, al mismo tiempo, busca continuar con el desarrollo de sus inventos y espera encontrar allí el indispensable financiamiento para sus proyectos. El gobierno le encomienda realizar estudios sobre diversos aspectos tecnológico, entre ellos la posibilidad del desarrollo de la telegrafía inalámbrica –la radiotelegrafía– en el Perú, tema que evaluó positivamente y que lo condujo a establecer, desde entonces, una relación de amistad profesional con Augusto Tamayo Möller, ingeniero peruano que finalmente instalaría dicho sistema en el país en 1912. Anteriormente en su vida Paulet había entablado una estrecha relación amical con el médico Manuel Tamayo Möller, hermano del anterior, con quien desarrolló un proyecto arquitectónico de un Hospital para Mujeres en Lima en 1907.
En 1925 describe a los aviones de la época como simples “cometas automotrices” con hélices de pobre funcionamiento e incapaces de detenerse en el espacio.
En 1929 es nombrado cónsul general en Rotterdam donde, con la colaboración de técnicos holandeses, reconstruye su “motor Paulet”.
Su trabajo se divulga y empieza a recibir en Europa el reconocimiento que desde tiempo atrás merecía. Diversos especialistas renombrados –tanto en aeronáutica como en cohetería– reconocen su trabajo como pionero y visionario. Paulet es, tal vez, el inventor peruano que más reconocimiento internacional ha recibido en vida. Lo buscan empresas norteamericanas e instituciones científcas europeas para trabajar o colaborar con ellas, pero por diversas razones Paulet rechaza los ofrecimientos.
En 1932 es nombrado cónsul peruano en Yokohama y escribe allí un estudio sobre el desarrollo económico del Japón.
En 1935 regresa al Perú donde recibe el encargo de organizar la Dirección Comercial de la Cancillería Peruana, e intenta infructuosamente encontrar financiamiento del Estado Peruano para sus investigaciones e inventos.
En 1941 es enviado en misión diplomática a Buenos Aires.
En una entrevista al medio periodístico argentino Crítica en 1944, que lo busca ante el notorio desarrollo de la cohetería en el mundo, declara que llama ahora autobólido a lo que denominara inicialmente avión torpedo y que «por el hecho de impeler con cohetes y propulsión posterior, la hélice debe desaparecer por innecesaria y hasta contraproducente. Y con esta hélice, que no sirve donde falta aire, también debían desaparecer los otros elementos del planeador, teniendo que ser reemplazados por una ‘nueva forma’ que responda a su función astronáutica, una vez dominada la gravitación a través de los cohetes”.
Cerca de los 70 años Paulet demuestra una vez más estar adelantado a su época y en sintonía con las más recientes concepciones científicas de su tiempo. En ese espíritu de adelanto y anticipación Paulet señala un camino que en el Perú no ha sido continuado, limitándose en lo general a la reproducción o simple utilización de lo desarrollado en los centros de investigación del mundo.
Pedro Paulet fallece en Buenos Aires el 30 de enero de 1945.