Fernando Ortega San Martín
Chair del Nodo Perú de The Millennium Project
Para Lampadia
Todos los días recibimos noticias sobre los últimos avances en inteligencia artificial (IA) y nos sentimos abrumados solamente de pensar en los cambios que traerá en nuestro trabajo, en los negocios, los estilos de vida e incluso en la salud y educación.
Desde el 2011, cuando se inicia esta “cuarta revolución tecnológica” (4RT), ya se vislumbraba que las próximas dos décadas tendrían como característica principal el violento cambio tecnológico dado el dinamismo que ya traía la ciencia, tecnología e innovación desde el cambio de siglo.
Hoy vemos que la IA se ha despuntado sobre las otras tres corrientes tecnológicas principales:
Biotecnología (edición de genes, biología sintética),
energías renovables y tecnologías vinculadas al cambio climático,
y las infotecnologías (blockchain, internet de las cosas, etc.).
La ciencia ficción ha contribuido mucho al temor creciente por la IA. De hecho, el mayor miedo es la capacidad de la IA de substituir el trabajo humano; lo cual, para países como el Perú con un exceso de mano de obra, resultaría desastroso. Hay voces optimistas que señalan que “históricamente todas las revoluciones tecnológicas han creado más empleo que el que destruyen”. No les falta algo de razón, pero olvidan que la historia no tiene por qué repetirse, especialmente cuando en los países generadores de tecnología (EE.UU., Unión Europea, Japón, Corea del Sur, Israel, entre otros), uno de sus principales problemas es el envejecimiento de la población, que generará en el mediano y largo plazo déficits de mano de obra que justamente las nuevas tecnologías podrán paliar porque ya no dependerán del trabajo humano.
Por otro lado, la IA ya está generando innumerables ventajas competitivas cuando se inserta en cadenas de valor globales, que van desde la investigación y desarrollo que se ejecuta en laboratorios (de empresas y universidades) hasta los consumidores finales. Desde la búsqueda de promisorios genes o moléculas que se encuentran en la Naturaleza, hasta el conocimiento a detalle de los gustos y preferencias de los potenciales consumidores.
Estamos viviendo tiempos históricos importantes en la evolución humana.
Posiblemente antes que termine este 2023 se confirme que se ha vencido el primer hito tecnológico de la IA, el test de Alan Turing, quien en 1950 estableció condiciones para medir si la IA ya podía exhibir capacidades similares al de la mente humana que pudieran engañar a un jurado humano. Hay varios candidatos, entre ellos ChatGPT, que señalan que ya lo han logrado, pero aún al día de hoy no tenemos la confirmación del mundo académico. Esta posibilidad ha motivado incluso que más de un millar de científicos y empresarios hayan firmado una carta abierta pidiendo una moratoria global de seis meses para que se establezcan regulaciones mínimas para evitar que la IA se desarrolle descontroladamente.
El ingreso de la IA a los eslabones de las cadenas de valor producirá cambios drásticos en la producción agrícola, minera, manufacturera, y en los sistemas logísticos, así como en la forma en que se prestarán los bienes y servicios finales a los consumidores. Porque las “recomendaciones” de la IA, que siempre estará en constante mejora, se transformarán, poco a poco y sin mayores cambios, en las “decisiones” de las Altas Direcciones. No olvidemos que ya existen empresas donde el CEO es una IA.
Justamente el mayor riesgo de la IA es su grado de fiabilidad. Como suele suceder en los artefactos creados por el hombre, no toda las IAs serán similares en términos operativos, porque sus algoritmos van a diferir significativamente, especialmente en el manejo de la complejidad y la incertidumbre. Y esas diferencias se reflejarán en sus precios. Las inversiones en IA serán muy grandes y veremos si todas resultan rentables.
Esto nos lleva a pensar que en el Perú debemos desarrollar nuestras propias IAs vinculadas con las cadenas de valor más representativas de nuestro comercio exterior. Tenemos excelentes matemáticos que suelen obtener reconocimiento internacional, y ese es un recurso escaso en el mundo, el cual no aprovechamos como país. Desarrollar algoritmos para IA será un gran desafío para ellos, pero confío en que estén a la altura del reto. ¿Por qué no pensamos en crear un Instituto Peruano de IA como una alianza entre el Sector Privado y la Academia? Así tendríamos nuestros propios desarrollos en minería, agroexportación, textiles, entre otros sectores. Estamos a tiempo, no vaya a ser que después nos lamentemos de no haberlo hecho. Lampadia